Dime de qué presumes...Es un dicho que creo que es bastante real.
Cuando era niña- jovenzuela mis pelos de las piernas me traían de cabeza. Tenía mucho, mucho, pero muuuucho vello. Demasiado. Mucho más que otras chicas, sin comparación. Mucho más que muchos chicos incluso. Muchísimo. Tanto que no presumía de ello. Era tabú. No secreto, pero sí algo que me avergonzaba y que en verano, sobre todo, me impedía llevar una vida cómoda y práctica.
Las faldas o los pantalones cortos estaban prohibidos. También en invierno, con medias, porque por increíble que parezca en mis años mozos las medias negras tupidas no existían. Era la época de las medias cristal. ¡Qué adolescencia Gensanta!
Hace poco encontré unos pantalones cortos Pepe Jeans de la talla 38¡¡¡ ¿míos? De cuando tenía 20-22 añitos que me dejaron flipada del tipo que debía de tener yo entonces. Pues esos pantalones gracias a mis pelos igual me los puse una o dos veces. en fin, que era un auténtico rollo y también un maldito complejo.
Peeeroooo la gente, las chicas, las amigas y conocidas siempre tenían más pelos que nadie,¡¡ más que yo!! ¡¡JAAAA!!! Me ponían mala esas milindres del pelo, esas que se lo quitaban con cuchilla en la ducha cada mes y medio y decían que tenían "muchísimos pelos" esas que se hacían la cera cada año bisiesto pero que por supuesto tenían más pelos que nadie.
Yo les miraba las piernas y las entrepiernas, esos bañadores (los 80 fueron más de bañador, que le vamos a hacer, entre pelos y bañadores un desperdicio de cuerpazo el mío) altos de ingle, que unían ingle y sobaco sin temor al abismo, y yo miraba y yo envidiaba y yo odiaba a esas personas por poder llevar faldas y vestidos cuando quisieran. Por poder ponerse un vestido cuando de repente la primavera llegaba y de la noche a la mañana, de la mañana a la tarde una sentía calor y decía:
- "Mañana saco del armario el vestidito ese tan mono....."
Odiaba esa facilidad. En mi caso era algo así como hacer una oposición. Porque tengo pelos desde que tengo uso de razón y conciencia de que mi cuerpo es importante. Y mi madre, que no tiene pelos, no podía comprender que yo (o mi hermana) con 12 años no quisiéramos llevar las piernas al aire y no entendía que quisiéramos depilarnos. Porque entonces, parece ser que depilarse era cosa de mayores...O yo qué sé, de frescas, de casquivanas, de señoritas de mala reputación...pero el caso es que era una guerra constante con ella.
Me quiero depilar
No
Por qué no
Porque no te hace falta
¿Que no me hace falta, pero tú me has visto las piernas? porque yo aún no he podido vérmelas
Eres muy pequeña para eso
¿Pequeña?, pero qué pasa con la depilación, ¿acaso te deja embarazada o qué?
Que no
Mamá, aunque solo sea la mitad de las piernas
No te hace falta
JoooooooooooooooooooooOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO¡¡¡¡¡¡¡¡
Llantos, gritos, protestas, odios maternales....Aquí cabía de todo.
Y yo terminaba comprándome crema deliplatoria a escondidas, aguantando broncas de mi madre cuando se enteraba...En fin. Tragedias domésticas. Y menos mal que una prima mía, diez años mayor que yo, se dio cuenta de que me estaba quitando el bigote con la maquinilla de afeitar de mi padre y me dijo:
¡¡¡Va de retro!!!!! no hagas eso ¡loca! que terminará saliéndote el pelo más negro y fuerte que las barbas de San José.
Y me propuso quitármelo con cera. Menos mal...menos mal.
Al final conseguimos que nos compraran una depiladora para casa, de cera, de esas de cubeta y ¡ale, pim, pam! Era lo más sofistificado que había entonces.
Pensar en depilarse era hacer toda una declaración de intenciones, era un calvario pero que prometía una gratísima recompensa. Eso sí, poco duradera porque la depilación perfecta duraba hora y media. A las dos horas, en mi caso, ya volvían a asomar cientos de cabezas pelos negros, de cada poro tres como mínimo. Desolador.
Cuando llegó el momento de depilarme las inglés...ufff, creo que todavía puedo sentir ese tirón de la cera, ese calor de la cera sobre la piel sensible que tenemos ahí. Era una cuenta atrás mental tremenda:
a la de tres, venga...una, dos, tres....psssss, hummm, Ains, que no puedo. ¡Venga ahora sí! a la de tres: AHHHH!!!1 ¡¡¡UFFFF!!! ¡¡¡OHHH!! Ale, ya está, una hecha...ahora solo queda repasarla. Uff, a por la otra.
Horrible. De verdad. Tortura. Eso era, una tortura.
Cuando mi cuerpo era solo mío, para mi uso y disfrute lo llevaba mal, pero es que cuando llega esa edad en la que te gustan los chicos, te hierve la sangre, te bulle el frinstro...En fin, cuando quieres darlo todo, entonces el tema pelo era...iba a decir una putada, pero no, era el mejor cinturón de castidad jamás conocido. Al menos yo no estuve dispuesta jamás a mostrar aquel matorral velludo en todo su esplendor. Y mientras tuve pelos a mansalva me mantenía firme. Eso sí cualquier amago de cita, de verbena a la vista, de fiesta loca incluía un paso por la depilación, que en mi caso ya he dicho era un ritual que necesitaba de calentamiento y preparación mental previa.
Se simplificó algo con la llegada de la epilady. Bastante. Aunque las primeras hacían mucho daño. Muchísimo. No recuerdo el tiempo que me llevaba depilarme, pero calculo que de una hora larga, por pierna + ingle correspondiente, no bajaría. Seguro.
Aún así, ellas decían que tenían muchos pelos. Muchísimos. Y yo callaba. Tener pelos me jodía tanto que si querían tener más mejor para mí. Si les fastidiaba la mitad que a mí eso que ganaba yo callando. Dejaba para ellas el absurdo honor de ser las más peludas. A veces tuve la tentación de enseñar los míos, pero no lo hice. Sabía y sé que si lo hubieran visto pensarían que era un monstruo o algo del estilo. No, eso era mío.
(Inciso: fijaos si mi tema pelos era duro que alguna vez me planteé el ser azafata, de avión, pero descarté la idea porque las azafatas siempre iban con falda y eso para mí era imposible. Tampoco se tenía la información que se tiene hoy, yo al menos no la tenía. Y luego dicen que se vivía antes mejor....)
Y llegó la depilación láser. Pero para entonces yo ya era una mujer adulta, con mi complejo asumido y llevando una vida muy incómoda, sobre todo en verano y en pareja, pero por lo menos me depilaba cuando me daba la gana. Y el láser al principio era muy caro. Mi hermana, en cuestión pelil quizá la única que podía decir que tenía más que yo, pasó la primera por esa maravillosa experiencia, se dejaba casi el sueldo, pero era feliz.
Recuerdo que el día que le vi las piernas lisas, lisas, lisas, sin atisbo de pelo, pelusilla, puntos negros deseando explotar la piel, cuando vi esas piernas de persona que NO TIENE PELOS, ¡quedé maravillada! y dije:
Yo quiero eso. Me da igual lo que cueste. Lo quiero, lo quiero, lo quiero. Funciona. El láser funciona.
Mi hermana iba a un centro, el primero que se abrió en Madrid, que para mí seguía siendo imposible de pagar.
Hasta que se empezó a democratizar esto del pelo a tomar por culohastaluegohastanunca y abrió una cadena que me permitía darme ese placer, al menos en medias piernas e inglés. De momento eso ya sería una liberación. Y lo fue. Y tuve suerte, mucha. Porque con solo 2 sesiones de láser mis piernas eran otras y no me hicieron falta muchas más, mi pelo enseguida desapareció. Pasarme un verano entero ¡sin pelos!, despreocuparme por completo de ellos, ponerme la ropa que me diera la gana, mirarme las piernas y ver ¡piel! mis inglés ¡limpias! fue una de las mejores sensaciones de mi vida. De las mejores. Enseguida me olvidé de mi yo velludo. Creo que tardé exactamente tres segundos en aceptar mi nuevo estado a-pelil.
Por eso, si tú, tu hija, tu amiga, alguien de tu entorno tiene pelos, siente complejo por ello, te digo que no lo dudes: no hay mejor inversión. Ganas en belleza y sobre todo en salud mental.
(No es ningún post promocional, a mí no me pasan esas cosas. Esto es, como todo en este blog, mi vida al desnudo. Pero por si le sirve a alguien el láser que a mí me fue de fábula es Alejandrita, luego he probado fotodepilación y aunque ha sido menos dolorosa no he dado tan buen resultado. Sí, mi pelo era negro, negro, fuerte, fuerte, fuerte, de cada poro salían 3 pelos mínimo y mi piel no es blanca nuclear).
Este consejo vale tanto para mujer como para hombre. Fuera tópicos. Si no te gusta el pelo, no te gusta. Y no hay nada más que hablar.