La biblioteca

Recuerdo perfectamente el primer día que fui a una biblioteca. A la de mi pueblo. Yo tendría entonces unos 9 o 10 años y la biblioteca de mi pueblo era un lugar enigmático. 
La biblioteca estaba encima de un bar. Del teleclub. No hace demasiados años que todos tenemos televisión en nuestras casas, en los años 50 no era normal tenerla, mucho menos en los pueblos, de manera que existían unos lugares llamados Teleclub, precisamente porque tenían tele. Eran bares a los que iba la gente y veía la televisión. Un poco como se hace ahora para ver los partidos de fútbol en esas plataformas de pago. El caso es que en mi pueblo la biblioteca estaba en el mismo edificio que el Teleclub. De hecho hoy en día, que el Teleclub ya ha desaparecido, la biblioteca está exactamente en el mismo lugar que estuvo este bar.
Allí, en el Teleclub, en la planta de arriba, había también una especie de salón de actos, muy desvencijado, con unas sillas de madera y asientos de espuma roja tan típicas de los cines setenteros. Era el "cineclub".
Al cineclub nos llevaba mi padre los sábados por la tarde. Tenías que sacarte un carnet, pagar una mínima cuota y podías ir al cine sábados y domingos y festivos. Los padres no podían entrar. Solo niños y adolescentes. Allí nos juntábamos los niños más inocentes con los gamberros mayores del pueblo que menos ver la película hacían de todo: pegar chicles en el pelo de las niñas, tirar pipas, intentar fumar. Había un policía local, que era "chico para todo" y una de las personas más bonachonas que he conocido, que nos vigilaba, y le hacían cierto caso, pero ya sabemos cómo va esto: por un minuto que estaban callados o tranquilos pasaban media hora dando guerra. Era una forma como otra cualquiera de darte cuenta de lo que era la vida y espabilar un poco. Las películas eran lo peor. Recuerdo que muchas eran de Lou Grant...En fin, malas. Pero eso era lo de menos. El caso es que en el mismo pasillo en el que estaba la entrada al cine, al fondo había una puerta. Tenía un cartel encima: BIBLIOTECA. A mí me llamaba mucho la atención esa puerta al fondo del pasillo que entonces me parecía largo y algo tenebroso. Muchos años después cuando volví por allí me di cuenta de que más que tenebroso era cochambroso y  que lo que en la infancia era un pasillo largo se quedó en una puerta al lado de otra.
Una tarde de sábado, ya no había cine, andábamos la pandilla de amigos dando vueltas por el pueblo, lo que solíamos hacer. Teníamos que tener más de 9 años, edad en la que se hacía la comunión en mi pueblo, porque para ir a la biblioteca desde nuestro barrio teníamos que cruzar la carretera nacional y entonces teníamos terminantemente prohibido cruzar sin un mayor. Los fines de semana se jugaba por el barrio. La biblioteca estaba en la parte de arriba, al final de la Calle Mayor, al otro lado de la carretera, así que si estábamos por esa zona es que ya habíamos hecho la comunión, que era la edad en la que nuestros padres consideraban que ya éramos mayores para poder cruzar solos. Eso o pura comodidad, porque como para hacer la comunión había que ir a catequesis, pues era más práctico dejarnos cruzar que estar todas las tardes del mes de abril pasándonos la carretera. Cosas de antes. Total que andábamos por arriba del pueblo y les dije a mis amigos: - ¡Podíamos ir a la biblioteca! y nos pareció una aventura. Tanto que ni cortos ni perezosos allí que subimos. Cuando llegamos a la puerta, no sabíamos muy qué hacer, así que llamamos. Nos abrió una mujer muy mayor, Sara, y le dijimos: - Venimos a la biblioteca. Nos invitó a pasar y entonces entramos en un lugar donde el silencio casi se podía tocar. Apenas había luz, estaba en penumbra absoluta. Sara, la bibliotecaria, estaba sentada en una de las mesas, pupitres largos corridos, de madera, con una luz individual encima, y esa era toda la luz que tenía encendida. Se intuían las estanterías y los libros. De todos modos yo creo que nosotros no éramos muy conscientes de lo que había allí, ni de lo que se hacía en una biblioteca. Sara encendió una luz general, que en aquel entonces era una luz amarillenta que apenas alumbraba un poco más que una linterna de hoy pero así pudimos apreciar las estanterías y ¡todos los libros! Empezamos a curiosear, en silencio, porque allí no se podía estar de otra manera. La seriedad de Sara y el ambiente lúgubre de la sala parecían dictarnos unas normas de conducta que todos entendimos perfectamente. Recuerdo que me llamó la atención una colección de libros, una enciclopedia, de tomos de color azul. Ese fue el primer libro que yo ojeé en una biblioteca: un tomo de una enciclopedia sobre el Microscopio. Lo cogí y me senté en uno de los bancos de los pupitres y allí estuve viendo insectos a tamaño gigante vistos a través del microscopio. 
No debió de durar mucho nuestra expedición, lo justo para saber qué había tras esa puerta y acabar con el embrujo de que sería algo mágico cuando encendió Sara las luces. 
De todos modos, a mí me fascinó aquel hallazgo. Lo sé porque aún lo recuerdo muy nítidamente en mi mente y porque ayer cuando me desperté recordándolo me puse a llorar de nostalgia por aquellas tardes de teleclub, de cine y de cuando cruzar la carretera para ir a la biblioteca era toda una aventura que si contabas en casa igual te ganabas un castigo por habernos escapado tan lejos solos. 

No me hace gracia ninguna

Alguna vez os habéis parado a pensar en todos esos vídeos, hartura de vídeos, que la gente se pasa por las redes sociales y aplicaciones de comunicación, que son de accidentes, caídas, golpes... Algunos son tremendos. El último que me ha llegado a mí es el de un coche que se sale de la autovía, vuela literalmente, y se estampa contra el rádar. No se manda como un vídeo de ¡ostras, que accidente! sino como algo gracioso: estaba tan harto del rádar que se lo llevó a casa
¡Ostras! ¿Eso es gracioso? De verdad hace gracia? Porque yo es verlo y ponérseme lo pelos de punta. Veo un ACCIDENTE GRAVE que ha podido tener consecuencias muy graves tanto para el imprudente que conduce a más velocidad de la que debe como para otros conductores a los que es posible que haya afectado. El coche sale volando, es un gran coche, una tanqueta, un todoterreno vamos. Así que igual acabó saltando la mediana...En fin...
Que a mí eso no me hace gracia. Es que no le pillo yo el punto a ver esas tontadas. 

Empezamos por eso y nos parece todo gracioso. Parecemos gilipollas. En serio. ¿Por qué se hace viral un video en el que ocurre alguna escena sexual "fuerte"? Porque somo imbéciles. La semana pasada escuchaba la noticia de que dos jugadores del Eibar andan pidiendo perdón por la difusión viral de unas imágenes de alto contenido sexual en las que aparecen ellos con una mujer. A mí señores lo que cada uno haga con partes nobles me la trae floja y yo, igual soy mojigata me lo tendré que mirar, no experimento ninguna curiosidad por semejante peli porno. El caso es que eso lo mandaría alguno de los afectados a alguien, ¿no? Según ellos no. Pero la cosa parece que va más lejos, según decía Pepa Bueno en la radio, en el vídeo la chica dice claramente que no quiere que la graben. Señores, aquí ya estamos en delito. Y volvemos a lo de siempre. Dos gilipollas, eso es lo que son, para empezar los jugadores del Eibar. ¿Pero la gente que lo ve y lo sigue mandando? ¿y  quienes tras leer este post se va a poner a buscar el vídeo (aquí)?
Lo vemos todo, somos incapaces de decir: eso no lo veo. Me niego. De eso no me río. No es gracioso. 

Mira que hay ingenio, sentido del humor fino, bueno en las redes. Pero mira que hay también gilipollas...ufff!! 

Me encanta


Mediocridad

Leo el blog de un profesor universitario, de literatura, y siempre me quedo con la terrible sensación de no saber nada de nada. Es leerlo a él y pensar que jamás hablaré de nada más, que no voy a volver a escribir, que esa entrada sobre teatro la voy a dejar. 

A mí ser profesor de universidad me parece algo muy serio. Tan serio que creo que todos los profesores de universidad, sean de la carrera que sean, deberían tener un bagaje intelectual mínimo. Y por mínimo hablo de exigente, muy exigente. Muy, muy exigente. 

Hice mi Trabajo de fin de máster (TFM) de Literatura Comparada europea, nada del otro mundo, al menos a mí no me resulto complicadíiiiisimo. No creo que mi trabajo de fin de máster fuera mejor o peor que los de otros compañeros, quizá menos profundo, o más ligero. El caso es que yo saqué un 10 y ellos no. Ese trabajo me abría la puerta directamente al doctorado, cosa a la que mi director del TFM me animó. Pero yo no estaba segura. Y me lo puso fácil. Simplemente se trataba de ampliar mi TFM, en un año podía tenerlo hecho si me lo tomaba en serio y como mucho en dos años era una mujer doctorada. Pero yo no lo veía nada claro. 
Igual soy idiota. 

Mi TFM trata de un tema que hoy por hoy no tiene más recorrido, al menos esa es mi impresión. Doctorarme en literatura con ese tipo de trabajo me parecía un verdadero fraude, para mí la primera. Yo estoy muy orgullosa del trabajo que hice en el máster y de todo lo que aprendí (aunque ya lo haya olvidado casi todo, mi mente se abrió, descubrí muchos recovecos de la literatura que desconocía y durante un tiempo estuve inmersa en ella) pero de ahí a doctorarme con una tesis absurda, pueril y facilona va un abismo. Y tras matricularme, pagar mis ciento y pico euros del ala y tener la primera reunión con mi director de tesis, decidí dejarlo. Porque no estaba convencida de querer ser un mueble más. Porque a mí tener un título más junto a mi nombre, me mola claro, me pone, pero en realidad sé que no soy lo que parezco, sino lo que demuestro.
Para qué querría yo hacer un doctorado me pregunté  y la respuesta fue sencilla: 
1. Para saber más. Para especializarme en algo. 
2. Para compartir lo que sé, para enseñarlo. 
La tesis que me proponían me daba eso: rotundamente NO. 
Me veo capacitada para ser profesora universitaria, con sinceridad y sin falsas modestias: rotundamente NO. 
No porque para ser profesora universitaria creo que debería tener una inquietud cultural e investigadora que no tengo. No, porque en los últimos 15 años de mi vida no me he dedicado a ampliar mis conocimientos, a investigar, a descubrir, a ampliar... no he estudiado apenas y tener un máster de un año no es ni mínimamente suficiente para enseñar nada a nadie. No, porque no tengo una experiencia profesional impresionante que supla mi falta de inquietud cultural.
¿Podría ser profesora universitaria? Lamentablemente sí. Porque, por desgracia, hoy profesor universitario puede serlo casi cualquiera. 

Conozco a una persona que decidió empezar a preparar su doctorado. Relacionado con la carrera que  hizo y que jamás ha ejercido. Empezó por los cursos de doctorado, tiene un máster pero no le daba acceso directo al doctorado.  Su profesión está a años luz de sus estudios de licenciatura. El doctorado que quería hacer es más un proyecto "entretenido y curioso" que una sesuda investigación acerca de nada.  Casi como mi TFM. El caso es que estando haciendo los cursos de doctorado, ni siquiera el doctorado en sí, a esta persona le ofrecieron la posibilidad de dar clase en la universidad. Como profesor asociado, es decir que el requisito más importante en este caso era el de tener otro trabajo. En las bases de la convocatoria decía ( y siempre que veáis una plaza de profesor asociado lo podéis comprobar) profesión relacionada con la materia a impartir. ¡JA! Pero ¡JA! TAMAÑO  Burj Khalifa lo que importa es que tu seguridad social te la esté pagando otro, o tú mismo (conozco el caso de profesores universitarios que se han dado de alta como autónomos para poder ser contratados) Total, que esta persona se presentó a la plaza y la cogieron. Y estuvo dando clases, no muchas horas, poquitas, de un grado que había estudiado en el siglo pasado y que se lo preparaba leyendo libros y buscando por internet. No enseñaba nada que supiese porque se dedicase a ello, ni porque su profesión la desarrollase en ese campo. No tenía más idea de lo que enseñaba que la que podían tener los mejores alumnos de un curso superior, que la que le da ser una persona de recursos y muy inteligente. Pero ¿eso es un buen profesor universitario? Realmente, a parte del ego que uno debe de sentir al salir de la universidad pensando: soy profesor aquí, en lo más íntimo de tí no piensas: y no me lo merezco
Os hablo de una universidad pública. PÚBLICA. Y os aseguro que esta persona está convencida de que sus clases y sus apuntes han marcado un hito. Que son muy apreciados. 


Por contra conozco a alguien que estudió lo mismo que yo pero en vez de por la universidad se fue a hacer un grado superior de FP. Alguien que no ha parado jamás de trabajar, emprender, aprender, investigar, en ese campo. Ha hecho de todo, ha colaborado en todo lo que ha podido y más, incluso ha invertido ahorros en sacar adelante proyectos  que no le han reportado otra cosa que satisfacción personal y perder el dinero. En fin un currante (y los profesores del instituto no daban un duro por él). Ahora tiene un trabajo muy bueno, de jefe, lo que no significa que no trabaje como el que más. Lo que tiene es más que merecido y ganado. Lleva más de 20 años desarrollando su trabajo en la misma profesión y creo que entiende de lo que hace.  Pues a él también le ofrecieron dar clases en la universidad. Como asociado, claro. Y se lo pensó. Se lo pensó porque para él que nunca ha pisado una universidad como estudiante eso eran palabras mayores. Pero qué leches, conocía a la perfección la asignatura que tenía que impartir, trabaja en ello a diario. Tiene mil experiencias que compartir, mil puntos de vista "suyos", que no le hace falta leer los de nadie, para enseñar. Sabe, conoce, es un experto en esa materia. Al final aceptó. En esta ocasión se trata de una universidad privada. 

La primera persona, seguro porque la conozco, dio a sus alumnos unas buenas clases, les hizo pensar, les enseñó algo que no sabían, eso no lo dudo porque yo he aprendido más escuchándole hablar a ella de ciertos temas que a muchos de mis profesores de la universidad. Estudiamos algo muy parecido.
Mientras que el segundo les aportó el dominio de la materia, la vida en bruto, la realidad, lo tangible, lo real, la experiencia,  lo que ellos, yo creo, necesitan para salir al mundo.
Ambos estaban dando clases en el mismo grado. No en la misma universidad.


A ambos Hacienda les crujió en su declaración de la renta, total que no les salía a cuenta dar clases, ganar dinero no ganaban nada. Aunque mi amiga asegura que sólo dando clases esas poquitas horas se podría vivir muy bien (creo que su sueño más íntimo es retomar el tema universitario una vez que sus compromisos como madre se lo permitan). Ella lo dejó. 
 Mi otro amigo siguió. También me dijo algo de que Hacienda le quitaba lo ganado, o sea que al final no ganaba un duro por ser profesor, pero que le encantaba serlo. Que le había picado ese veneno. 

Entre el profesor universitario que yo sigo y estas dos personas hay un abismo, y no de edad, porque se llevaran apenas 20 años, pero sí de conocimientos y dominio de la materia y la forma de transmitirlo. Entre el catedrático que me propuso a mí hacer el doctorado y lo que yo hubiese aportado a la literatura con mi tesis seguiría habiendo un abismo. Toda esta proliferación de universidades, hoy en día cualquier capital de provincias ofrece los grados más peregrinos, ha derivado, según mi impresión personal, en una reducción importante de la calidad de la enseñanza. Yo no puedo decir que tuviera profesores brillantes en mi carrera, al menos no recuerdo a ninguno con especial cariño o admiración. Sí los he tenido en el Máster. He tenido profesores  de esos que intuyes eruditos. Que admiras y que deseas complacer intelectualmente. De esos que te incitan a querer saber más y a darte cuenta de que cada vez sabes menos. La verdad es que no sé si pasa algo , grave, porque nuestros profesores sean mediocres. Sinceramente, creo que tal y como nos vamos aburguesando a medida que maduramos lo mismo nos da tener buenos o mediocres enseñándonos.
Es todo muy mediocre. Y lo que más me molesta es que haya quien se crea que esa mediocridad es talento.




Septiembre. Vuelta al cole

Quizá era pura intuición, o quizá es que cuando hacemos cosas pasan cosas. O simple buena suerte. ¿Cuestión de tiempo? O estar en el momento justo en el lugar adecuado. Pero lo cierto es que ha llegado septiembre y yo ¡TENGO TRABAJO! Y no cualquier trabajo. Estoy dando clases es un colegio. Sí, soy profesora de secundaria en un centro concertado.

Si al empezar el verano, allá en junio, me hubieran dicho: - pide un deseo y se te concederá -  yo habría elegido éste:
Pasar el verano tranquila, relajarme, disfrutar y empezar a trabajar en septiembre. De profesora, a ser posible.

Y... ¡cosas del destino! en menos de una semana, porque ha sido todo inesperado y rápido, mi sueño se veía cumplido. 
La noticia me llegaba estando en el pueblo disfrutando de las fiestas, no podía ser mejor manera. Lo puede celebrar con mi familia incluso. Lo curioso, es que lo estoy empezando a  apreciar más ahora que lo recuerdo que el día que me ocurrió. Ese día me sentía contenta, pero muy insegura, y también vergonzosa de demostrar mis sentimiento de furor interno en mi familia ¡Qué imbécil! 43 años y tan tonta. Mi madre me vino a dar una beso maravilloso, mi marido estaba eufórico y yo...yo allí que parecía que todos los días me llamaban para decirme que el puesto era mío. Sí, parece ser que soy imbécil y lo malo es que no se si tengo remedio.

Estoy dando clases. Toda una experiencia para mí. Al mismo tiempo maravillosa y horrible. Empezar de nuevo en un trabajo es siempre complicado y raro. La sensación que tengo es la de sentirme desubicada. Duermo mal y me desvelo mucho por las noches. Los primeros días, por el pánico a dar la clase, porque me sentía insegura de cada cosa que pensaba hacer o decir. Ahora, que voy cogiendo confianza, duermo pendiente de la hora. Es curioso porque me despierto a la misma hora que cuando no trabajaba, no han cambiado mis hábitos, yo tenía la costumbre de madrugar en vistas de que esto podría llegar algún día pero ahora me desvelo y miro la hora ¿cuánto me queda? y antes eso no me pasaba. Confío en que sea solo de momento, en que pronto recupere mi ritmo, mi seguridad, mi zona de confort, porque la verdad, eso de salir de la zona de confort de una está sobrevaloradíiiiiisimo.  Se lo debió de inventar alguna persona de esas que hacen deportes de riesgo extremo y necesitan emociones fuertes y descontrol a tope. Para mí como en la zona de confort, a gustito, controlando, segura y tranquila ¡en ningún sitio! 


Me han contratado en un centro concertado. Sí, al final ha llegado antes la oportunidad de esta manera que por lo público, al final de aquello que escribí allá por primavera no salió nada. Me quedé a las puertas, cerca, pero no llegué a trabajar. 

En fin, que vuelvo al cole. Que estoy contenta y muy muy aterrada ante todo lo que se me viene encima: nuevas personas en mi vida, nuevo entorno, trabajar a los 40y..., novísimo trabajo, de estreno casi total. Sigo pensando que mi posición natural es la alumna y cuando me veo escribiendo en la pizarra pienso ¿qué ha pasado aquí? Pero creo que no me queda más remedio que disfrutar, aprender, dar lo mejor de mí misma y tirar hacia adelante porque tengo la intuición de que esto sólo es el comienzo de una gran aventura. 

Y es que hay mucha vida después de los 40. Si se puede ser madre con más de cuarenta años, ¿dónde está escrito que no se pueda ser profesora?

Objetivo profesional 5. No busques empleo no vaya a ser que lo encuentres.

Este verano, durante el proyecto Lanzadera, acudimos a un evento en la Universidad, era el cierre de un proyecto sobre búsqueda de empleo que había desarrollado el COIE de la Universidad de Murcia. Durante este evento uno de los orientadores del COIE nos dio una charla extraordinaria. A mí al menos eso me pareció. Una de esas personas que saben hablar en público, que da gusto escuchar, que se nota entusiasmado con lo que hace y dice, que te engancha. Su charla trataba sobre una serie de reflexiones acerca de la búsqueda de empleo. Reflexiones, llamadas de atención de perogrullo, de sentido común que todos seguramente sabemos pero que necesitamos escuchar o que nos las cuenten otros para hacerles caso.

Personalmente salí muy tocada de aquella charla. Me hizo pensar, pararme, mirarme, preguntarme...Me hizo valorar un poco más mis propias emociones e impulsos, darme cuenta de que no voy tan desencaminada cuando pienso como pienso, siento como siento...



Una de esas frases era esta: No busques empleo no vaya a ser que lo encuentres. 
Vaya paradoja, ¿no? ¿No queremos encontrar empleo? Sí, está claro. Pero cuántas veces habremos mandado un currículum respondiendo a una oferta pensando que el fondo no nos importa que no nos llamen de ese trabajo. ¿Alguna vez nos han llamado para una entrevista de algún puesto que en realidad no nos gusta? A mí sí. 
Cuando buscamos trabajo una de nuestras prioridades ha de ser la de definir nuestros objetivos. Trabajar no es un objetivo concreto ni suficiente. Trabajar es demasiado abstracto. 
Trabajar en lo que sea.
 ¿De verdad queremos trabajar en lo que sea?

Yo empecé mi vida laboral trabajando así. En lo que sea. Tras currarme una carrera, tras irme a estudiar fuera de mi comunidad, tras estar desde los 5 años, que entré en parvulitos, estudiando, formándome; tras apostar por mí, por mi futuro, por ser una profesional, una mujer culta e inteligente; acabé trabajando de teleoperadora. Vendiendo un apéndice de una enciclopedia Espasa de Lengua y Literatura españolas. No la enciclopedia, el apéndice.
¿Qué me pasó?

  • Que no supe definir mi objetivo, tampoco es nada raro. Es lo normal.
  • Que me dejé influir por otras personas que evidentemente no eran yo. Personas que no iban a vivir mi vida, VIDA. Personas que creyeron aconsejarme bien, pero que me hablaban desde su VIDA, desde su experiencia, desde sus creencias, valores...No desde los míos.
  • Que tenía miedo a no trabajar nunca.
  • Que sólo pensaba en tener dinero y liberar a mi familia de la carga que yo suponía.
  • Que pensé que eso era lo que me merecía. 

Y sí, en su momento, mi decisión de trabajar de teleoperadora pudo tener todo el sentido del mundo, pero si volviera atrás NO LO HARÍA ASÍ.

No hay que trabajar en lo que sea. Si os lo podéis permitir desterrad esa idea de vuestra cabeza. Trabajar en lo que sea y como sea es un castigo que os vais a autoimponer. Trabajar en lo que sea no es un objetivo. Es una rendición.

Imagina que tu objetivo profesional es ser profesor. Enseñar. Dedicarte a compartir conocimientos. Pero tú desde Infojobs tiras a todo lo que se pone a tiro, a todos esos trabajos que crees que podrías desempeñar pero que en realidad se alejan mucho de lo que a ti te gustaría, o crees que te gustaría. Te llaman de uno, es más, te contratan en uno. ¡Tienes trabajo! Te dedicas a coger el teléfono en la recepción de una empresa de transportes. Es sencillo. Puedes con ello. Sólo necesitas hacerte al modus de la empresa. Poco a poco te van exigiendo más cosas: control de albaranes, contabilidad sencilla...Pequeñas funciones que con un poco de predisposición por tu parte llegarás a controlar. No estás mal. Tienes un buen ambiente de trabajo. Tienes compañeros majos, gente con la que desahogarte. Y sigues trabajando. Ganas dinero. El justo, pero es dinero. Antes no ganabas nada. Un día paseando te encuentras a una compañera de clase, una que no tenía muy claro qué estudiar, una que estudió magisterio por puro azar, churro, porque decían que era fácil. Te cuenta que es maestra en un colegio. Que está contenta. Que le costó empezar a trabajar porque tuvo que opositar, que tuvo que estudiar más de lo que se imaginó pero que al final lo ha conseguido. Ahora ella está de vacaciones porque es verano y disfruta de los dos meses enteros. Y cuando tú te vas a casa empiezas a llorar. ¿En qué momento escogiste el camino erróneo? ¿En qué momento te saliste de la carretera para meterte en el barro? ¿Cuánto tiempo has perdido? ¿Se compensa con el dinero qué has ganado? Ese trabajo en el que estás es ¿el trabajo de tu vida? ¿se acerca? ¿ te puede ayudar a conseguirlo o te está alejando cada vez más de tu "sueño"?

A veces nos pasan estas cosas. Nos olvidamos de nuestro objetivo. Nos pasamos años preparándonos para algo que luego no sabemos cómo conseguir. Nos rendimos porque nos creemos que trabajar en lo que nos gusta es cosa de un día para otro y no es así. Es verdad que podemos necesitar ese desvío, ese parón, que tal vez nos haga falta el dinero para seguir adelante, pero nunca, jamás deberíamos dejar de mirar de frente nuestro objetivo profesional. 

También es posible que nuestro objetivo profesional cambie. Pues la operación es la misma. ¿Qué quiero? ¿Qué tengo que hacer para conseguirlo? Voy a por ello. 

Cuando yo acabé la carrera hice unas prácticas en la radio en mi tierra. Fue un verano maravilloso. No dejé de trabajar, pero lo pasé tan bien, trabajé tan a gusto (gratis) que fui feliz. Al acabar el verano mi madre se empeñó en que lo mejor para mi era volver a Madrid y quedarme allí viviendo con mi hermana, porque mi hermana ya estaba trabajando en Madrid a costa de mucho esfuerzo y sacrificio personal. Mi madre no quería que me quedara en mi tierra, por yo qué se qué. Y yo no lo tenía claro, la verdad, estaba perdida. Empecé a trabajar en campañas de teleoperadora (no lo hagáis si podéis evitarlo, es un trabajo horrible y hoy en día más) y me llamó mi jefe de la radio porque el técnico de radio se iba. Por si yo quería el puesto. Me lo pensé mucho. El sueldo era una mierda, el horario también. Pero era la radio. Mi madre por un lado, mi exjefe que me dijo que me llamaba porque era su obligación ofrecérmelo después de lo bien que había trabajado durante las prácticas, pero según él ese trabajo era poco para mí, me merecía algo mejor y quizá en Madrid lo encontraría. Total que me convencí de que aquello no era el trabajo que buscaba, era mucho jaleo dejar Madrid...y mil historias más, entre ellas mi propia historia sentimental que por aquel entonces me condicionaba demasiado. No lo acepté. Hoy es el  día que muchas de las personas con las que compartí las prácticas en la radio trabajan allí, en otras emisoras, son periodistas reconocidas en mi tierra, grandes profesionales y yo me muero de la envidia cada vez que voy al pueblo y las oigo en las desconexiones territoriales. La única diferencia entre ellas y yo es que ellas TENÍAN MUY CLARO SU OBJETIVO PROFESIONAL cuando acabaron sus estudios (por cierto un año después que yo, eso les llevaba de ventaja): ser periodistas en su ciudad. Así de simple. O de complejo. 

Yo dí muchos tumbos. Trabajé en trabajos que se alejaban de mi carrera, pero en un momento dado recuperé mis ganas por trabajar en algo relacionado con la comunicación audiovisual. Para ello tuve que irme de un trabajo de la noche a la mañana, tras más de un año trabajando allí (tenía muy buenos amigos, estaba cómoda, mi trabajo me gustaba, había aprendido muchas cosas), me fui de un día para otro porque me salió un trabajo de lo mío. Me quedé sin mi finiquito. Me dio igual.  En ese trabajo estuve un mes. De ahí me llamaron de otro mejor, de otra empresa mejor, pero para hacer una beca que no podía compaginar con el trabajo. O yo fui algo lerda y no supe compaginar. El caso es que dejé mi trabajo por la beca en la gran empresa. Y acerté. Tres meses de beca y me contrataron. Empecé ganando una basura. Trabajaba en turnos de mañana, tarde o noche, fines de semana, festivos...la tele no para (esto fue siempre así). Pero luego libraba bastantes días seguidos, más de dos siempre, a veces hasta siete. Me tuve que currar mi sueldo, pelear porque nos lo subieran. Se me acabó un contrato cuando Vía Digital desapareció. Me volvieron a contratar meses después para una sustitución por maternidad. Al acabar esto, un puesto quedó vacante y me llamaron a mí. Mi sueldo  y mi categoría profesional ya eran muy decentes (esto lo sé ahora, entonces yo pensaba que ganaba una porquería). Estaba bastante feliz con mi trabajo. Y así estuve durante varios años, en los que mi objetivo profesional empezó a cambiar. El trabajo se volvió monótono y desde mi puesto de trabajo no se veía la luz del día, y aunque este detalle parezca insignificante, para mí fue definitivo a la hora de decidir poner punto y final a aquella aventura laboral de 10 años. 

Definir tu objetivo profesional puede ser tan concreto como pensar a mí qué me gusta: Trabajar con gente o sin gente, hablar con otras personas o no, tener luz natural en mi trabajo es importante para mí, quiero trabajar por la mañana o por la tarde, quiero un trabajo creativo o prefiero algo que no implique esfuerzo mental por mi parte, quiero mandar o que me manden, quiero ayudar o que me ayuden...

No hay que trabajar en cualquier cosa a menos que sea estrictamente necesario para comer o mantener a tu familia o que sea algo que a tí te de exactamente igual porque hay gente a la que eso le da igual.

Antes de contestar a un anuncio de un empleo, piensa ¿de verdad quiero trabajar ahí? Y si me llaman y si me contratan, ¿cómo me sentiría? Reflexiona sobre ello. Luego actúa. 


Este verano...

Empezó más tardío que ninguno. Generalmente me venía a la playa en junio o a primeros de julio una semana, yo solita, pero este año no ha podido ser. No he tenido playa para mi sola. 

Ha sido un verano, en cuanto a tiempo atmosférico, maravilloso. Acostumbrada a los calores infernales murcianos este año está siendo un eterna primavera. Lo que me pone de muy buen humor.

Antes de ir a Perripueblo estuvimos cinco días perdidos por Aragón.  Hemos visitado 3 pueblos de esos considerados "pueblos bonitos de España": Ainsa, Albarracín y SOS del Rey Católico. Recomiendo visitar los tres. Pero también recomiendo Mora de Rubielos, donde pasamos una noche y degustamos su apreciada trufa negra. Y Teruel, que bien merece una visita más atenta y pausada que lo que se puede ver en una mañana de domingo. Una ciudad preciosa. Sabía que lo sería, pero me sorprendió para mejor. Hemos ruteado en el Parque Nacional de Ordesa, en una ruta de agua, viendo unos paisajes que no nos dejaban cerrar la boca. Nos hemos bañado en una poza natural, La Poza de Puyarruego, de fácil acceso para y una maravilla de la naturaleza. Os parecerá una bobada pero me encantan las aguas cristalinas y frías y uno de mis sueños  era bañarme en una de estas pozas de agua transparente. Hemos pateado Ainsa. Desayunando en su preciosa plaza , otra de mis ilusiones: un desayuno tranquilo, relajado, disfrutando de la vista. También hemos cenado en los restaurantes de sus calles que tienen tanto encanto, tomado pintxos en La Carrasca, no os podéis perder este sitio; unos gin tonics de lujo viendo la luna llena como broche final del día. Hemos disfrutado de la gastronomía, de la naturaleza, de nosotros mismos. He conducido por carreteras que jamás hubiera pensado que fuese capaz de conducir. He disfrutado cinco días como si fueran diez. 

Perripueblo es lugar de amigos, de familia, de piscina. Vacaciones sin más pretensiones que las de hacer una buena caminata, pasear por las calles del pueblo bien temprano para inaugurar con un desayuno la terrza de la nueva casa de una prima mía, dejarse vencer por la pereza en la espectacular piscina o tomarse un aperitivo-comida al que sólo le puede suceder una larga siesta. Encontrarse con amigos, charlar un ratito con aquellos que hace tiempo que no lo haces pero que ahora necesitan de tu apoyo (aunque terminas siendo tú quién se siente afortunada por haber tenido esa tertulia a los pies del Parador). Es lugar de fiestas, las de todos los años, esa que se te hace pesada pero en la que al final decides participar.  He ido al teatro en Perripueblo, Asamblea de mujeres. Una de las mejores decisiones de mi verano. ¡Qué ganas de hacer teatro me han entrado! He disfrutado de verdaderas noches de verano en mi pueblo, de esas que no abundan.  También me he agobiado un poco porque quería estar con todo el mundo a la vez: amigos, familia, pareja, yo sola...Al final no he tenido el suficiente para ninguno, sobre todo para mis padres que son siempre los que menos me ven. Pero hemos tenido tardes de terraza, vermús en familia y piscina con mi madre. 

He sabido que mi hermano tiene nueva novia. Le he visto feliz por ello y me alegro infinito. No ha tenido suerte en el amor, o sí...Según se mire. si esta fuera la definitiva mi próxima cuñada será extremeña ¡mola!

La tercera etapa de nuestras vacaciones ha sido la playa. Un pequeño pueblecito de la costa mediterránea donde mis suegros tienen la casa de verano. Aquí he estrenado piscina. Algo que me ha venido regalado. Otro sueño de mi vida: tener una casa con piscina. En la playa han puesto piscina. La compartimos con la familia de la casa de abajo, pero es piscina, he tenido momentos de verdadero placer en ella, en las tumbonas, tomando el sol, leyendo, siesteando...La playa este año ni la he pisado. 

He conducido mucho y me he comprado unas zapatillas chulísimas para conducir. Sí, yo soy de esas personas raras que se tienen que cambiar de zapatos para llevar el coche. 

He escrito un relato corto que he enviado a un evento de mi pueblo. Me ha costado un poco dar ese paso, pero necesitaba hacerlo. Porque me gusta escribir pero apenas lo hago.

Me he quedado con ganas de viajar un poco más, de ver a algunos amigos que hace años que no veo, de leer más, de escribir más, de organizar mi tiempo mejor, de comer menos o de andar más para compensarlo. De reflexionar más. En definitiva me he quedado con ganas de hacer esas cosas tan zen que pienso que haré cuando llega el verano y que nunca hago. 


Me he hartado como siempre, a la semana de convivir bajo el mismo techo, de mis suegros y sus suegradas. Es lo que tienen las casas en la playa con piscina: que hay que compartirlas.

Y ha llegado septiembre... Tengo varias decisiones importantes que tomar, casi todas relacionadas con mi objetivo profesional. Tengo algunos proyectos en mente que voy a pasar a la acción.  Me he cansado de mi eterna teoría. He decidido dejar de ser una persona ceniza, una persona es que, una persona que no va a mil por hora. Ni idea de cómo voy a lograrlo, pero intuyo que va a ser complicado y doloroso. Estoy en una etapa de expansión. Doy por iniciada mi madurez como ciclo de vida. Y quiero tener una madurez brillante.  Entre las cosas que quiero hacer, por pura pasión personal está el teatro. Entre las que tengo que hacer: pasar a la acción. Dejar de pensar y hacer. Y alejarme de personas que me restan energía. Estoy cansada de malgastar mis recursos con personas que son incapaces de valorar que tienen  una vida maravillosa. Entre esas personas me incluía yo.






           Rincón de Albarracin (arriba)
          En la foto de arriba una calle de Ainsa


  La plaza de Ainsa. Arriba Mora de  Rubielos. 
   







Olímpicos o extraterrestres.

No estoy prestando mucha atención a las Olimpiadas, la verdad. La televisión en verano me estorba bastante. Pero, como con todo lo que sale a través de esa cajita mágica, por mucho que desconectes al final te enteras de cosas. Como por ejemplo que Nadal no ha ganado al tenis. Claro que como no estoy prestando atención a las competiciones deportivas me entero de las noticias con un poco de jet lag, unido el mío personal al que de de por sí tienen unos juegos que se celebran en otro huso horario me da un carajal alucinógeno total. Porque yo tengo la sensación de que Nadal en menos de 24 horas jugó: clasificiación para la semifinal, partido de dobles y semifinal. Vamos que se pegó una paliza de no te menees. Todo esto ocurría mientras yo nadaba a ritmo de tortuga anciana en mi pequeña piscina, leía con miedo a que se me agotaran los libros (despacio, despacio...), me tomaba cervezas para competir por el oro con mi marido y su familia en la categroría de: a ver quién bebe más cervezas en el aperitivo...O sea, que mientras yo vivo a ritmo ralentizado vacacional (unas cuantas revoluciones menos que el resto del año, pero tampoco muchas) Nadal jugaba y jugaba. Y todos los españolistos esperando que Nadal nos trajera la medalla de oro. Esa que una vez sudada por otro nos colgamos como propia gentes que como yo damos un palo al agua para refrescarnos o relajarnos. 

Me da la sensación a mí de que esto de los juegos olímpicos se está convirtiendo en una locura absurda. En una competición donde prima más la cantidad que la calidad. Donde para que te reconozcan un mérito tienes que demostrar que eres el que más gana, el que más récords bate. No vale con ser bueno, en los juegos olímpicos has de ser héroe, si Phels o Bolt ganan en todo lo que compiten, nosotros también. No nos sirven los héroes caídos. Y Nadal tiene suerte, porque su sudor le habrá costado ganar todo lo que este chico ha ganado a lo largo de su vida, y son muy pocos los que se atreven a toserle al mallorquín, o a desprestigiar que esta vez no nos haya traído el oro a nuestras barbacoas veraniegas. Pero no todos los deportistas son Nadal. No puedo dejar de pensar en el murciano, Miguel Ángel López, tengo hasta que buscar su nombre, que corrió los 20 km marcha y del que esperábamos todo menos que no quedase ni entre los 10 primeros. Claro, 20 km de una tacada es algo que hoy en día hace cualquier runner of the world que se precie. 

En una búsqueda rápida sobre su nombre me aparecen titulares como éstos, que me causan sarpullidos intracraneales, suprarrenales, intercostales, perianales, bucofaríngeos, abdominointenstinales y vaginales. O sea asco puro:

http://masdeporte.as.com/masdeporte/2016/08/12/juegosolimpicos/1471028600_159658.html

http://www.sport.es/es/noticias/juegos-olimpicos-2016/miguel-angel-lopez-decepciona-en-los-20-kms-marcha-5321842

https://www.youtube.com/watch?v=ObZAhANw7Ec

http://www.20minutos.es/deportes/noticia/decepcion-miguel-angel-lopez-marcha-duodecimo-2816815/0/


No sé si la raza humana ha evolucionado tanto como para estar batiendo récords constantemente.  En lo que sí parece que evolucionamos a ritmo de récord olímpico es en gilipollez absoluta. 
Sigamos pidiendo imposibles y tirando por tierra méritos ajenos. Sigamos. En eso el oro no nos lo quita nadie. 


Objetivo Profesional 4. No trabajes en cualquier cosa.

Hace dos fines de semana hablaba con una prima mía, 52 años, madre de dos hijos aún menores, estudiante muy tardía (se sacó el título de graduado hace pocos años porque quería estudiar para ser auxiliar de clínica) ella, actualmente,  está trabajando en una pescadería y está harta, cansada y queriendo trabajar en lo que a ella le gusta: auxiliar de clínica. Mi prima estaba entre la eterna duda de si dejar un trabajo que aborrece pero con una nómina segura a fin de mes o lanzarse a la aventura de lograr trabajar en algo que desea. 


Si puedes permitírtelo, aunque eso implique seguir en casa de tus padres un tiempo, no tener un duro para ir a gastarlo al Berska, olvidarte de viajar durante un tiempo, no ir a la peluquería una vez al mes y convertir tu baño en el mejor salón de estética del barrio, quitarte caprichos, hacer sacrificios; es decir, si no te va en ello comer, vivir o sobrevivir y tienes una meta profesional, un objetivo, un  trabajo para el que te has estado formando (por poco que sea, desde un curso del Inem hasta la carrera más costosa del mundo), no trabajes en cualquier cosa. Insiste, espera, busca de lo tuyo. Confía, sigue preparándote, da pasos hacia tu objetivo, por pequeños que sean, pero no te salgas del camino. Si necesitas trabajar búscate algo que sepas con total seguridad que no es tu "labor", un trabajo temporal, muy temporal. 

Miro atrás y veo que uno de los errores que puede que yo cometiese fuera el de empeñarme en trabajar en cualquier cosa. Mi caso no es nada raro, la mayor parte de las personas estudiamos una carrera y cuando la terminamos no tenemos ni idea de cómo enfrentarnos al mundo laboral, no sabemos ni por dónde empezar a buscar. Muchos estamos cansados de pedir dinero a nuestros padres y queremos a toda costa tener nuestra independencia, aunque solo sea para nuestros caprichos. Esto nos lleva a desesperarnos un poco y en esa desesperación se cruzan muchos mensajes de personas, muchos consejos mal-aconsejados, situaciones económicas del país que no dejan mucho lugar a la esperanza....

A mi me aconsejaron: 
- ser teleoperadora. Maldita la gracia. 


Cuando el cáncer se cuela en tu vida.

El año 2015 acabó tan mal que necesitaba creer que era el fin del principio. 
A mi padre le volvieron a a diagnosticar cáncer, la primera vez que esta enfermedad apareció fue en 2009, de laringe, esta segunda vez (o tercera para ser más exactos) era de próstata con metástasis en los huesos, lo de la próstata ya se lo trataron, esa fue la segunda vez,  creo que en el 2010 o 2011, pero parece que no resultó del todo.


Febrero 2009:Aparece el cáncer de laringe. Los síntomas empezaron en noviembre cuando mi padre se quedó afónico. Una afonía que no remitía y en enero el médico de cabecera decidió mandarle por urgencia al especialista. Resultado: Operación. Laringectomizado. Tuvo que estar un mes hospitalizado, sólo podíamos estar una persona con él en la habitación, con mascarillas y mucho cuidado. A pesar del trauma que debe suponer dejar de respirar por la nariz para empezar a hacerlo por el cuello mi padre fue un valiente, la recuperación fue lenta pero firme. Tan solo una infección justo después de salir del quirófano. Nos dieron la buena noticia de que no necesitaría quimio ni radio pero 2 meses después de operar aquello se reprodujo y por fortuna pasan el caso a oncología, digo esto porque hasta ahora lo llevaban en otorrino... y el tratamiento que ellos proponían (seguir cortando) era cuanto menos una tortura. Así que le ponen tratamiento de quimio y radio y es ahí cuando los oncólogos le dicen que quizá no hubiese hecho falta operar, o sea dejarle sin laringe y sin voz, ni olfato. La quimio le va genial. Decidimos no pensar en lo que podría haber sido, es ya irreversible todo, y tirar hacia adelante. 

En Octubre de ese mismo año, 2009, recien acabado el tratamiento de quimio y radio, empieza a hacer cosas raras, como por ejemplo ir andando, pararse y mirar hacia un lado. Yendo al hospital a  una revisión, esa cosa rara le da conduciendo por la autovía. Va con mi madre en el coche, gira el volante hacia la derecha y se va contra un camión. No lo puede evitar. El coche queda hecho polvo. Mis padres sin un rasguño, salen vivos de milagro. En el hospital le dicen que tiene un tumor cerebral, meningioma.  El tumor es benigno, no tiene nada que ver con el cáncer. Se agravan los síntomas: de repente, estando de pie, mi padre se da una vuelta sobre sí mismo. No quieren operar, deciden tratarlo con medicación y controlarlo. Se controla, pero mi padre ya no podrá conducir. A día de hoy no ha vuelto a tener ningún síntoma más. 

En la primavera de 2010: Cáncer de próstata.  Esta vez, tras unas pruebas, la carta de los resultados llega a casa y allí leemos nosotros el diagnóstico, a bocajarro. Yo no sé si esto será muy lógico. Le hablan de un tratamiento nuevo, no merece la pena operar, son una especie de semillitas radiactivas que se colocan justo en el tumor (no recuerdo en nombre y la verdad, no quiero buscarlo). Parece que el cáncer de próstata se controla. 

Octubre del 2010. En un escaner aparece algo en el pulmón. Susto total, vuelta a empezar. Pulmón tras cáncer de laringe suena horrible.  Deciden darle quimio. El día que va a la primera sesión de la quimio les dicen que lo han estado valorando y que no creen que sea un tumor, que no le van a dar la quimio. Se lo controlan y en el siguiente escaner no aparece nada. 

Del 2010 al 2015 afortunadamente todas las revisiones van fenomenal. Le sube algo el azúcar y para controlar lo de la próstata se pincha unas inyecciones en la tripa. Toma mil pastillas y se cambia la prótesis que le permite hablar cada 3 meses o cuando está incómodo. Sí, mi padre habla, mucho. Hay personas laringectomizadas que aprenden a hablar sin necesidad de prótesis. Mi padre empezó a ir a la asociación de laringectomizados de Burgos, pero cuando le ocurrió lo de la cabeza tuvo que dejarlo. Nosotros no vivimos en la capital y desplazarse hasta allí se hacía demasiado costoso y complicado. 

En noviembre del 2015, hace unos meses, de nuevo aparece el cáncer en nuestra casa. Le sube el PSA y le duele la espalda. El diagnóstico no pinta bien: próstata y metástasis en los huesos. Jarro de agua fría. Las palabras cáncer y metástasis son duras. Le ofrecen darse una sesiones de quimio, 4 en principio, aparte de una medicación para fortalecer los  huesos que se la administran de forma inmediata. Empieza la quimio el día de la lotería de navidad:  22 de diciembre. 

Por suerte, mi padre no sufre efectos secundarios graves de la quimio. Pierde pelo (que ya tiene  poco pero no sé por qué lo aprecia), las uñas las tiene como si se le fueran a caer todas y tiene frío (pero no le hables de ponerse unas zapatillas calentitas o una bata para estar en casa, él con sus pantalones y sus zapatos). Esta vez ni siquiera le han bajado las defensas, come bien (mi madre se preocupa también de hacerle todo tipo de caprichos), duerme mucho, no ha perdido peso. Hace una vida normal y por suerte, no tiene dolores, ni los ha tenido en los huesos tampoco desde que le dieron una medicación para ellos (medicación que dejó de tomar a medida que remitía el dolor). La quimio se la ha estado dando cada 24 días. Tras 4 sesiones le hicieron escaner y parece que la cosa ha ido muy bien, todo se ha reducido bastante, los marcadores tumorales están donde tienen qué estar. a pesar de todo y como mi padre está perfecto deciden darle otras 2 o tres sesiones más, más flojitas.  La última fue en junio. Ahora mismo está perfectamente, recuperando su pelo. Tiene buen aspecto, energía y sigue con su vida normal, que por otra parte  no ha dejado de hacerla nunca.

Todo esto le vino a mi padre un mes antes de jubilarse, con 66 años porque había decidido cotizar un año más para que su pensión en vez de mierda apestosa, fuese solo de mierda. Mi padre ha sido autónomo. A los 66 años le quitaron el habla y empezó a respirar por un agujero en su garganta de la noche a la mañana, porque fue así, paso de tener laringe a no tenerla. Todo este proceso para mí ha sido duro por estar viviendo lejos, estoy a 600 km de mi casa. Lo peor, para mí, es la espera de los resultados de las pruebas. Lo más duro el día que le dijeron que le tenían que "hacer el agujero" porque nosotros lo sabíamos, pero él no. 

He pensado en lo peor muchas veces. He pensado que era la última oportunidad muchas veces. Esta última sobre todo. Me daba miedo lo de la quimio otra vez. El día que fuimos a confirmar el tratamiento, en diciembre, me fui a casa unos días porque no soportaba estar lejos, la médico dijo: Verás como te va a ir muy bien. Y yo me aferre a eso. Cada vez que he visto a mi padre le he visto muy bien. Estando lejos los cambios se notan más. 

Mi madre esta navidad no pudo más con el estrés, con llevar todo para adelante, porque además mi padre, además de tener una mierda de salud de hierro, tiene un carácter complicado. A veces insoportable. Y mi madre no sabe hacer otra cosa que cuidarle y hacerle demasiado caso. Así es que esta navidad llegó a su límite, normal. Y sufrió una subida de tensión muy grande. De aquella empezó a tomar por primera vez y en serio ansiolíticos, y la verdad que le han venido de maravilla. 

Este año 2016 empezó fatal. Horrible. A la falta de salud se unía en nuestro caso personal una  revisión de hacienda y un pedazo de multa por una mala decisión de mi suegro y un hijo que hizo caso (no, yo no voy a echar la culpa al asesor). Yo sigo sin trabajo. Y cada vez me siento más incapaz de buscar algo. A pesar de todo, como el 2015 no fue año que me gustase (gracias a que 2014 fue demasiado bueno) no me lo tomé a mal y pensé que nada podría ir peor. Y de momento no hemos ido a peor. Mi padre va evolucionando y ahora sé que la vez que más cerca ha estado de morir fue en aquel accidente. En estos años nos ha pasado de todo. La verdad. Cuando mi padre empezó con el cáncer yo me pasaba el tiempo buscando información en internet acerca de la enfermedad, testimonios de gente que hubiese pasado por lo mismo, en definitiva buscaba esperanzas. Hoy y aunque me está costando mucho escribir esta entrada, quiero dártelas a tí que estás leyendo y quizás estés en la misma situación. La vida es inesperada. Nunca sabes lo que habrá tras la esquina. El final lo sabemos todos. Pero no merece la pena dejarse llevar por la negatividad (yo confieso que incluso escribir esta entrada me da la sensación de provocar la fatalidad), es difícil pero hay que tener esperanzas. Y aprender a disfrutar de tus seres queridos. Entonces, cuando empezamos este calvario, recuerdo  a una compañera de trabajo que me dijo que el primer cáncer de su padre lo llevo mal, pero que la segunda vez fue peor. No es mi caso. La segunda vez ya sabía a qué atenerme. Sabía que hay que ir viéndolas venir poco a poco porque mientras no te digan lo contrario, todo puede pasar. La experiencia de cada uno es individual. Justo un mes antes del primer diagnóstico de mi padre yo había decidido, incluso ya lo había anunciado en la empresa, que me venía vivir a Murcia. No fue fácil y lo pospuse unos meses, en vez de en marzo, me vine en septiembre. En ese tiempo mi padre mejoró y gracias a eso pude negociar un finiquito.
Lo que quiero decir es que la vida no es como creemos que va a ser, por muy claro que lo veamos. Da mil vueltas y lo que más me gusta pensar a mí es que de un mal puede derivar un bien.

Jamás hubiera pensado en todo lo bueno que hemos vivido estos años. Sobre todo aquel día que tras una agónica revisión me vine a Murcia con el diagnóstico de un médico que fue demoledor. Y luego todo resultó ¡tan bien! En estos años mi padre ha rejuvenecido. A regañadientes unas veces y con ganas otras, han viajado, nada especial, pero más que yo sí, y eso me causa mucha alegría por ellos. Espero que una vez pase este bache en vez de quedar heridos, que puede ser, nunca sabes cómo acabará tu estado de ánimo, sean capaces de sobreponerse y volver a  salir y hacer pocas cosas, no son de hacer muchas, pero al menos tengan más ilusiones más allá de la de recuperar la salud.

Por mi parte deseo aprender la lección, la de darme cuenta de la suerte que tengo. La de dejar de compararme y compadecerme. Pero sobre todo la que quiero aprender y llevar a cabo es la de disfrutar de ellos. Quererlos y disfrutarlos. Ya digo que mi familia no somos happy flowers, a veces somos muy dañiños para con nosotros mismos y pecamos mucho de tener mucha teoría pero poca práctica. Pero ahí estamos. Creo que sí somos piña, a pesar de todo. 

Quizá sea una entrada inconexa y con faltas, pero es la manera en la que ha salido este pus emocional. Espero haberte ayudado si es que has llegado hasta aquí buscando un poco de consuelo. Si puedo escribiré más sobre ello. 

Objetivo Profesional 3. Qué son las Lanzaderas de empleo

Aunque a mí nunca me parece suficiente, sobre todo porque las cosas que más me interesan las suelo ver a toro pasado, soy una persona bastante informada. Escucho mucho la radio y me entero de cosillas interesantes. Uno de mis programas radiofónicos favoritos es No es un día cualquiera, las mañanas de los fines de semana en RNE. Precisamente escuchando a Pepa Fernández conocí el proyecto de las Lanzaderas de Empleo, en una entrevista a su creador: Peridis. Sí, Peridis el humorista gráfico, arquitecto y escritor. El proyecto que comento Peridis consistía en equipos de gente que llevan a cabo una búsqueda de trabajo de forma colaborativa, solidaria, formando equipos de personas desempleadas a los que se les otorgan herramientas necesarias para desenvolverse en la búsqueda de empleo, a los que orientar en esta búsqueda; herramientas no sólo cómo aprender a hacer y presentar un currículum decente, enfrentarte a una entrevista de trabajo o dónde buscar empleo, sino otro tipo de ayuda, digamos, más emocional, más en linea con el "odioso" coaching. No es un equipo de trabajo al uso donde cada persona mira por sí misma, sino que el equipo de unas 20 personas trabaja de forma solidaria en la búsqueda de empleo, mejora profesional o emprendimiento de todos los miembros. No hay competencia, sino ayuda. Se da visibilidad de los equipos a través de las redes sociales o medios de comunicación, se pone en conocimiento de las empresas más cercanas que existe este proyecto, se lleva a cabo intermediación laboral con las empresas que lo soliciten. El proyecto no promete que encontrarás trabajo pero lo cierto es que, según dicen, son muchos los participantes en diferentes lanzaderas a lo largo de toda España que lo han logrado mientras participaban en ellos. 

A mí desde luego, me encantó la idea. Recuerdo que estaba haciendo mi cama mientras lo escuchaba y anoté en la app del móvil "notas" el nombre para buscarlo después en internet. 
¡Yo quería participar en eso! 

Me leí la web de arriba a abajo, comprobé que en Murcia no había ninguna lanzadera abierta ni prevista próximamente, me hice seguidora del twitter y un día vi que ¡el proyecto llegaba a Murcia!  Me emocioné, igual podía hacerlo y todo. Pero mi emoción tornó en chasco porque había límite de edad para los participantes. Hasta 35 años. Me pasaba. Uff, qué rabia. Por el twitter pregunté si ese requisito era importantísimo, según me dijeron: sí. Sugerí ampliar esa edad: los puretas, que somos muy jóvenes, también andamos escasos de recursos laborales. Y me contestaron con buenas palabras que en un futuro lo harían. Pero me daba rabia tener ese proyecto cerca de casa ¡al lado! y no poder acceder. Me planteé la posibilidad de apuntarme y mentir. Mentir sobre mis datos en la hoja de inscripción, poner otra fecha de nacimiento. Pero, además de que se pilla antes a un mentiroso, eso implicaba un cambio de fechas de toda mi experiencia vital: carrera, trabajo, cursos; era una locura, imposible. Lo que sí que hice fue apuntarme. No perdía nada, mis datos estarían ahí, comprobarían mi interés y si, finalmente no se apuntaba la gente necesaria, igual, igual....igual ¡me llamaban a mí! 

Y eso pasó. 
No se apuntó la gente suficiente con los requisitos que se pusieron en principio y se amplió el margen. 

Quiero dejar claro que este es un proyecto de empleo gratuito, en su web podéis ver quiénes lo financian, basicamente Europa y Fundación Telefónica. 

No me extiendo más y os cuento ahora mi experiencia, mi punto de vista desde dentro de la Lanzadera. 


Lo positivo, hasta la fecha, es la activación que te procura estar en la Lanzadera. Pasamos cuatro días  a la semana reunidos, de 9:30  a 13:30, esto hace que durante ese tiempo estemos pensando en trabajo, trabajando estrategias para buscar trabajo (mejor o peor, con más o menos medios), ayudando a otros compañeros en esta búsqueda, aportando lo que sabemos...
Personalmente yo me quedo con la mejora de la autoestima que ha supuesto para mí participar en mi equipo. Mis compañeros son muy buena gente y a mí el hecho de estar con gente, reírme con ellos, aportar mi ayuda, recibir la suya, enterarme de cosillas relacionadas con el trabajo o no, tomarme todas las mañanas un café con ellos, me aporta mucho. Pero además me está sirviendo para comprobar que tengo ciertas aptitudes que sigo manejando bien: soy sociable, hablar en público, orientar a las personas, animar y motivar a los demás y hacer reír. Y también he visto que dentro de un grupo tiendo a ser líder, aunque me falta cierta capacidad para trabajar en equipo, cuando estoy en grupo tiendo a coger las riendas. Y creo, que en general, caigo bastante bien las personas. Tengo don de gentes, aunque a veces con lo gruñona que me pongo, me pregunto cómo me soportan. 

Ahora, por motivos personales, llevo faltando unos días y esta semana las lanzaderas pararán por descanso vacacional para retomar los proyectos a finales de agosto. Yo seguiré participando en el proyecto y espero que podamos darle un aire nuevo, mejorar un poco este grupo que nos hemos juntado y que está costando un poco consolidarse por diferentes circunstancias, sobre todo las fechas tan malas para empezar un proyecto de este tipo: pleno verano. 

Conozco otros grupos, otros equipos y cada uno es diferente. Algunos se mueven muchísimo y están constantemente haciendo cosas, por eso no se puede juzgar el proyecto sólo desde la propia experiencia. La mía, de momento, no está siendo todo lo enriquecedora que yo esperaba, pero creo que eso no es lo general y confío en que una vez llegue septiembre vamos a dar un giro importante. Todo lleva su tiempo. De hecho en estos días que he estado fuera he hablado, recomendado la Lanzadera a personas a las que quiero mucho. 

Si queréis saber más, apuntaros, enteraros de este interesante proyecto de trabajo entrad en su web http://www.lanzaderasdeempleo.es/, quién sabe, quizá sea vuestra oportunidad de cambiar algo. 

Suerte. 

Objetivo Profesional 2. La terrible sensación de fracaso.

Estoy participando en un proyecto de empleo en el que me siento tan bien como mal. Bien porque el contacto con gente me hace sentir renovada, bien porque sigo teniendo feeling con las personas, porque les ayudo, porque sigo sacando sonrisas y porque me dicen cosas que me suben mucho la autoestima. Mal porque me genera ansiedad no estar en la cumbre de mi vida profesional, mal porque no estoy ganándome la vida con holgura en un trabajo que sea tan genial que ir a trabajar me mole, mal porque cada día mi envidia por quienes logran eso que yo no tengo aumenta, algo que  me hace compadecerme y al mismo tiempo me rechazo en ese sentimiento.

En el proyecto de empleo me he dado cuenta de que soy, posiblemente, una de las personas que mejores habilidades, cualificación, experiencia y formación tenga. Y soy posiblemente también, la que menos cosas, digamos materiales, ha logrado en su vida. Mil veces hemos hablado por aquí de que la vida no es cómo la vive la mayoría. Que tener casa, coche, hijos, vacaciones y dinero de sobra en tu cuenta corriente  no es necesariamente a lo que hay que aspirar. Es cierto. Y así lo creo. Pero es que no son esas cosas materiales las que anhelo en mi vida (algunas las tengo, pero no por mí, sino por mi marido). Lo que deseo y no tengo y creo que debería tenerlo ¡ya! es un trabajo, una ocupación que me de individualidad, libertad, que me permita vivir por mí misma, que me de seguridad y al mismo tiempo sintonice con  mis valores como persona. No hablo de un trabajo que aborrezca, por mucho sueldo que ganara. Hablo de un trabajo en el que desarrollarme y sentirme muy, muy, muy a gusto. Eso, considero, que a los 43 años que tengo, debería haberlo logrado. Y no lo he hecho. Me machaco constantemente con mi vida pasada. Me machaco porque no me permito haber perdido el tiempo, porque me fastidia no haber sido inteligente, haberme conformado, porque creo que yo podría ser mucho  más de lo que soy y no lo he logrado y todavía no sé por qué. Me tortura eso. Me tortura pensar que he vivido mi vida más pendiente de lo que se esperaba de mí que de lo que yo quería de mí. Y la verdad, al final para decepcionar a unos y otros. 

No nos engañemos, la edad juega en nuestra contra. Es muy romántico eso de que se puede volver a empezar y tal, pero es duro y en ocasiones (más de las que pensamos porque lo cierto es que la gente no cuenta sus fracasos, yo misma hablo de esto por aquí pero en persona no le he dicho a casi nadie que me siento así) estéril, inútil. A los 30 años todavía tienes margen de maniobra si algo no sale bien. De hecho mi cambio lo empecé a los 36 y por supuesto entonces no imaginé, ni de casualidad, que a los 43 seguiría desempleada. Pero aquí estoy. Y la verdad, sin mucha esperanza de cambiar este estado. Y la verdad es que en este caso, mi objetivo profesional sí ha estado muy bien definido, pero muchos factores externos que no puedo controlar han jugado en mi contra: 5 años sin convocarse oposiciones, recortes salvajes en educación que me han impedido dar clases de interina, una última oposición demasiado exigente...siguen los recortes. ¿Debo seguir empeñada en esto viviendo en Murcia? 

Tal vez lo peligroso de la sensación de fracaso, para mí al menos sea que me hunde, que me hace sentirme insegura, inútil, demasiado común: nadie me necesita en un trabajo porque no tengo nada especial que ofrecer; entro en un círculo vicioso de: aumentar formación - sentirme fracasada -aumentar formación inútil - sentir que me equivoco de nuevo - pensar si cambio de rumbo - sentir que me equivoco si lo hago - hundirme. El sentirse fracasada te genera cierta depresión y dependencia. Supongo que al final nos acomodamos en la zona de compadecernos y nos cuesta mucho más aceptar que somos especiales y podemos lograrlo que aceptar que los demás son mejores que nosotros y nos merecemos nuestro puesto de perdedores. 

Pero yo me niego a sentirme así. Me da igual no ser la ganadora de una carrera como esta. Me da igual no haber llegado a la cumbre de las cumbres. Me da igual no ser reconocida públicamente. Pero no me da igual mirarme al espejo, sentir que puedo aportar mucho y no saber cómo hacerlo. 

Pero...¿Cómo se busca trabajo de forma eficaz?

Para saber esto me he puesto manos a la obra y me apuntado a dos proyectos de empleo. Uno son las llamadas Lanzaderas de Empleo y otro el COIE de la Universidad. En mi caso de la de Murcia. 
De los dos os hablaré en mi siguiente entrada. 

A quienes como yo os sentís fracasados cuando miráis a vuestro alrededor solo puedo deciros algo que me digo a mí misma todas las mañanas: 

!DEJA DE PENSAR ESO!
NO ES VERDAD

(Claro que.....)

Poner excusas

No me gusta nada poner excusas. Me da siempre la sensación de que no cuelan. De que suenan a eso, a excusas. Lo odio. 

Estoy de vacaciones y hace dos años que conocí a dos personas encantadoras: mi maquilladora el día de mi boda y su marido. Nos caímos muy bien y decidimos mantener el contacto, pero por cosas de la vida pues llevamos ya dos años sin vernos. Tuvimos el sábado pasado la oportunidad de verle a él un minutillo, es fotógrafo y estaba en Perripueblo trabajando. Nada, lo justo para vernos las caras de nuevo tras dos años. El caso es que tras esto yo  les dije que andábamos por aquí una semana y que si se terciaba nos veríamos. Viven a una hora y media de mi pueblo, están a tope de curro por el día y sólo podían quedar miércoles noche. Lo pensé (demasiado), lo valoré (demasiado), y lo cierto es que me merecía la pena ir porque me apetece verlos, pero en vez de decir sí, sin pensarlo muhco más, sin darle más vueltas al tema que puedo ir/ quiero ir/ voy a ir me lo requetepensé* y ahora ando poniendo excusas porque no puedo ir. Y la razón de no poder ir ni siquiera la he buscado yo. Es una excusa absurda, incluso suena a excusa, pero es verdad. Y encima a causa de ella mi chico y yo andamos cabreados, muy cabreados. Así que mirad si el verano se tuerce. 

Sin comerlo ni beberlo han metido a mi marido para ayudar en el montaje de un evento que se celebra aquí el finde. Con la mala suerte de que este año les ha dado por poner en los programas de la fiesta agradecimientos a la ayuda de colaboradores y ahí va escrito el nombre y apellidos de mi chico. La ayuda es justamente el miércoles por la tarde. Total que como conozco y quiero a la gente que organiza el evento, (y sé que lo han hecho con la mejor intención del mundo porque hemos ayudado otras veces), no quiero dejarlos colgados y mucho menos que nuestro nombre aparezca en unos agradecimientos y luego no acudamos. Ha sido una cuestión de tiempos solapados. De planes hechos por un lado y por otro y también de falta de horarios por parte de los amigos lejanos. Pero me ha dado la sensación de que lo han tomado a excusa. Y me da rabia que esos dos años de distancia sigan aumentando sobre todo, porque no nos conocemos mucho y la distancia hace que esa relación  se debilite. Me gustaría que no fuera así. 

Poner excusas me genera ansiedad. Ayer me pasé la tarde inquieta por ello. Malhumorada casi, porque sabía que me tocaba decir que no a algo que casi yo misma había planificado. Y hoy aquí seguimos, ya con el plan cancelado y mi malhumor en aumento. 

Esta vez la excusa es verdadera, aunque suena a excusa. 
Todos hemos puesto, o nos han puesto excusas alguna vez. Yo tuve un novio, mi EX, que me llegó a poner como excusa de no poder quedar conmigo que tenía que ir a pensar a casa. Así en plan filósofo lo imaginaba yo. Pensando en el más allá, tirado en la cama, agarrándose la cabeza y tirándose de los pelos, obligando a su cerebro a pensar y pensar en !qué se yo qué maravillas¡ Excusas. 

También he escuchado la excusa de no poder hacer planes porque había que hacer una empanada. Los planes eran para ir a una casa rural en un puente, la empanada era para la misma tarde en que se preguntó ¿vendrías a la casa rural dentro de un mes? respuesta: No lo sé, tengo que hacer una empanada para el cumpleaños de mi cuñado.  
Suena a empanada, sí, pero mental. Igual, ahora que lo pienso, el fallo está en la coma. Si hubiera sido un punto y aparte sería diferente: 
P:  ¿Vendrías a la casa rural dentro de un mes?
R:  No lo sé.
     Tengo que hacer una empanada para el cumpleaños de mi cuñado. 

Yo misma he puesto mil excusas, no me libro. Hoy mismo tras la verdadera he puesto una falsa. La persona de la empanada me ha preguntado si esta tarde quiero tomar café con ella y otra ex-amiga/amiga (ambas tienen esa condición, dejaron de salir con mi grupo de amigas de toda la vida, por razones ocultas o rarezas, pero me llevo bien con ellas, con la de la empanada mejor que con la otra, aún así no me apetece mucho el plan de café con ambas) y he dicho que no sé si podré porque me quiero ir a la capital de compras....Me veo sin salir de mi casa esta tarde para mantener la excusa. 

¿Por qué ponemos excusas? Generalmente yo lo hago cuando algo no me apetece. En qué momento de nuestra vida nos amputaron la capacidad de decir simplemente: no me apetece, gracias. O mejor dicho, la capacidad de no juzgar a nadie como una mala víbora si somos nosotros los que proponemos un plan y nos dicen que no quieren hacerlo, que no quieren quedar porque no les apetece. Supongo que es una cuestión de educación, de no querer molestar a las personas que nos ofrecen algo. 
Aunque hay veces que las excusas son muy necesarias: invitaciones inoportunas a bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños; acompañar a alguien a ir de compras (en esto yo ya he aprendido a decir que No, lo siento, pero no me gusta {odio} ir de compras acompañada); apuntarse con alguien a un curso (vale para gimnasio, club, equipo...); ir de vacaciones con otras personas (SOS, SOS, SOS, WARNING, PELIGRO ¡si ya sólo con mi pareja tengo desavenencias viajeras-vacacionales!); quedarse al cuidado de algún animal de compañía; tener una cita con alguien que no te gusta nada, planes de domingo por la tarde ¡¡uff, que el domingo es para tirarse en el sofá y acabar dolorido!!....

*Poner excusas suele ir asociado a tomar una decisión, ambas cosas me fastidian. Cada día me cuesta más decidir, no sé si será cuestión de edad o hay soterrada cierta insatisfacción personal con todo lo que me rodea. Algo no está funcionando bien en mis circuitos. Me noto un poco neurótica.  
Estoy segura de que escribir me vendrá bien. 


¿Qué excusas habéis puesto u os han puesto? Confesad. 



Objetivo profesional 1. Batiburrillo reflexivo.

Estos días de vacaciones los estoy dedicando a reflexionar acerca de mi objetivo profesional. En qué quiero trabajar. Qué deseo hacer. A qué voy a renunciar. Cuánto valgo profesionalmente. En qué destaco, qué cosas hago mejor que los demás. 
Pero de momento mi mente insiste en traumatizarme machacándome con esta duda existencial: 
¿Por qué elegí estudiar esto y no esto otro? Por qué no me lo pensé más, qué pasaba por mi mente cuando....

STOP.
Ese es el quid de la cuestión. Que ahora pretendemos elegir nuestro pasado sabiendo como ha sido nuestro presente y futuro. Y eso no vale. Es tramposo y perjudicial para la mente.  

Yo ya no recuerdo con total nitidez por qué elegí estudiar Imagen y no se me pasó por la cabeza, en ningún momento, dedicarme a la enseñanza (algo a lo que ahora estoy intentando acceder). Ahora pienso, con mi edad y  experiencias de ahora, y me flagelo, porque ahora no soy la misma. Está claro. Cómo voy a ser la misma persona con 43 años que con 17. 

No tiene sentido obsesionarse con eso. Además, estoy segura, de que si pudiera transportarme a mi adolescencia, meterme en mi piel, en mi mente, entendería por qué hice lo que hice. 

El fin de semana leía un artículo, sobre los profesores interinos que espero comentar por aquí, en el que decía algo que yo he vivido: la manía que tenían casi todos "mis amigos" de acabar la carrera y hacer el CAP (el CAP era el curso predecesor del máster que es necesario para poder ser profesor de secundaria). Tengo varios amigos y conocidos que hicieron esto, hacer el CAP por si acaso. Y una, que en eso parece que no he cambiado mucho, pensaba que para qué leches quería hacer el CAP si no tenía ninguna intención de ser profesora. ¿Para qué seguir estudiando y retrasar más mi incorporación al mercado laboral?  Yo no lo hice. De hecho, cuando la "vocación docente" llamó a mi puerta, llegué al CAP por los pelos, hice el último de los últimos. La última convocatoria del CAP que hubo justo antes de que desapareciera. 

Total, que elegí, en su momento, lo que elegí, basándome en unas circunstancias y en unos objetivos personales que entonces eran completamente válidos para mí. Elegí además sin ningún tipo de orientación profesional, ni ayuda por parte de mis profesores o padres. Mis profesores creo que no estaban preparados para ello y mis padres menos. Para ellos lo mejor era lo que yo considerase mejor y poder darme (pagarme) los estudios que yo escogiera. ¿Me equivoqué? Pues no, no me equivoqué. Simplemente elegí, decidí, renuncié a unas cosas por elegir otras. 

Lo que pasa es que ¿cómo medimos si nos hemos equivocado? Yo lo hago de una manera muy absurda y muy dañina: comparándome con los demás. Comparándome con la gente de mi edad, con mis compañeros de instituto, con mis amigos. Me comparo, miro sus vidas, interpreto sus cuentas corrientes, mido su felicidad diaria según una escala que yo me invento. Es todo tan subjetivo que solo por eso intuyo que no debe ser la mejor forma de analizar nada. 
En esas comparaciones yo veo a personas que han logrado trabajos estables, sueldos y estabilidad emocional que les han permitido formar una familia "a tiempo", tener casas, viajar... Veo profesionales de éxito. Vidas plenas. Metas logradas. Me miro a mí y veo a una mujer de 43 años, desempleada desde hace 6, viviendo en un lugar que no sabe si le apetece estar y compartiendo la vida con una persona con la que a veces parece no tener nada en común. 

Yo no sé si las vidas de los otros son tan geniales como yo las veo, ójala sí, pero sí sé que la mía no es tan oscura como la pinto. Que no soy una persona parada, que más bien soy alguien que no deja de hacer cosas (dentro de mi carácter tendente a la inactividad y la pereza), que decidió cambiar de rumbo profesional a los 36 años, que hasta los 35 no conectó con alguien que le hiciera sentirse tranquila y segura ( y no un torbellino de emociones, que el enamoramiento está muy bien, pero a mí me sentaba peor que una sobredosis de cafeína). 

No nos podemos comparar con nadie, excepto si lo hacemos para copiar algo bueno de otra persona y  que eso nos impulse a mejorar. 

Es posible que yo, a lo largo de mi vida, me haya equivocado en algunas decisiones que he ido tomando y que haya ido escogiendo siempre el camino cortado. Puede ser. Pero ahora, con mis 43 años tengo la ventaja de saberlo. De saber qué decisiones creo que tomé en el pasado erróneamente y eso me puede ayudar a hacerlo mejor de aquí en adelante. 

Estoy en un proceso de reflexión personal acerca de mi objetivo profesional. Quiero saber, con la mayor certeza posible, qué quiero hacer con el resto de vida laboral que me queda. No quiero trabajar en cualquier cosa, no quiero equivocarme esta vez. Y he buscado ayuda. 

Este proceso de orientación laboral es lo que iré contando por el blog, por si puedo ayudar a otros. 

De momento esta primera entrada está un poco como mi cabeza: liada, desmadejada, inconclusa, dispersa. 

Prometo ir concretando más. 

Que quede claro de una vez: NO ES NO

Navegando por tuiter de repente me he topado con una serie de tuits que me han indignado. Al poco rato de la indignación he pasado al instinto asesino, la rabia más profunda, la desesperación. Y he acabado instalada en una profunda tristeza y frustración. Por esto:





Me alucina la autoridad con la que habla y se manifiesta quien emite estos tuits, al parecer el mayor conocedor del género femenino que campa por el país. Esa superioridad moral y ética para proclamar y defender que lo que yo, como mujer, digo y expreso, en realidad no es lo que quiero expresar o decir.

Pues bien, seguro que como este imbécil, hay más. Mi primo sin ir más lejos. Ese que piensa que la violencia de género es un invento. Que la violencia existe, pero que igual para hombres que para mujeres. Debe de ser que se lee los libros de estos otros cuatreros y en ellos aparecen jugosas estadísticas de hombres asesinados por sus mujeres.

Total, a lo que iba. Es una lástima que un tío que se las da de tan listo y al parecer tan machote como para convencer a una tonta chica de que lo que NO quiere es en realidad lo que SÍ quiere, no tenga ni puta idea de sexo. Femenino por descontado, masculino, la verdad, me importa un bledo. Para empezar el cortejo, el juego del principio, el tonteo es una cosa; entrar en faena es otra, y decidir hasta dónde llegas o no llegas es LA PUTA DECISIÓN, EN EL MOMENTO QUE SEA. No, eso de que tengas ya todo el aparato erguido y desesperado no es ninguna razón para que una mujer no decida que PARA. Que NO SIGUE. Porque no le da la gana. O mira chico, porque te huele el tema tan a meados que, eso, ella, no se lo va a trajinar . Pero si dice que no, es que no.

A parte de las razones culturales, históricas, que las mujeres venimos arrastrando desde que el mundo es mundo: que estamos aquí como seres inferiores, para servir, escuchar y callar y comernos las pollas que nos manden, creo que hoy en día hay un mal que es el porno.  Porque algunos no distinguen el porno de la realidad y aquellos que aprenden de sexo con el porno, que se creen guays,  son los peligrosos. Y es que el porno  no es sexo. No tiene nada que ver con el sexo que practicamos en casa. Las mujeres no somos actrices porno y la inmensa mayoría no queremos serlo (personalmente ni parecerlo). Meterte un bate de béisbol por el culo no es sexo. Follar con un caballo no es lógico, ni normal. El negro del guasap si se mete en tu cama te asusta y te dan ganas de salir huyendo (yo huiría). El porno es, en todas sus variables: ficción. Es igual que los coches en películas de acción que salen volando tras una explosión de una bomba, como los protagonistas que aun estando en medio de esa explosión salen ilesos, o como los que corren más que un avión...Es todo falso. Enrique VIII no era tan maravillosamente atractivo como lo es Rhys Meyers, ni la Edad Media era tan idílica como parece en las películas, (la gente no se lavaba jamás, no existían los wateres, ni los dentistas...pero la caca, el mal aliento y las caries sí).
El porno te puede servir para excitarte, pero tu vida sexual no es una escena porno.
Y confundirlo es de gilipollas.

Es curioso que esa creencia, viejuna, de que cuando una mujer dice que no en realidad es que sí siga imperando en las personas de hoy en día.
Vamos a ver, para ser heterodoxa, anarquista e individualista, como se autodefine esta editorial, están bastante anclados en el pasado y tienen una forma de pensar completamente reaccionaria y medieval.  Dice muy poco de un tipo que va tan de listo como este, que no encuentre una conexión lógica entre ese tópico femenino del No es Sí y la evolución de los tiempos, la modernidad, la liberación de la mujer, el sometimiento y el ninguneo al que ha estado sometida durante tantos y tantos siglos.
Hasta muy poco, su madre posiblemente pasó por ahí, su abuela con toda seguridad lo sufrió (y seguro que él es de los que piensan así por muy anarquista que se autoproclame), las mujeres no éramos decentes si expresábamos abiertamente nuestros pensamientos, deseos (sexuales incluidos), opiniones. Directamente eras tachada de ser poco menos que una puta si vivías tu vida a tu manera. No era nada fácil ir en contra de las "normas", la nuestra era una sociedad muy cerrada e ir a contracorriente podía suponer, y suponía de hecho, que te trataran como una apestada y eso al final repercutía en la felicidad de la persona, que ante el temor de ser la puta del pueblo, del barrio, prefería acatar las normas de sometimiento y vivir tranquila (feliz).
Pero claro, ¡la naturaleza!, la mujeres tenemos deseo sexual, esté bien o mal visto y si estábamos con alguien que nos gustaba mucho al final la carne quema, pero no podíamos manifestar abiertamente que lo queríamos, porque eso era de putas, porque eso no estaba bien, porque eso era pecado, porque había que reservarse...y tantos y tantos mensajes que tan interiorizados a fuego y sangre tenían las mujeres. Por eso decían que no. Aunque en el fondo lo estuviesen deseando. Pero al hombre que estaba con ellas entonces eso le tenía que dar igual, su juego consistía en volver a intentarlo. Y si la realidad era que esa mujer y ese hombre se gustaban, al final acabaría pasando lo que tenía que pasar. Pero eso se nota. Se notaría antes cuando una mujer estaba diciendo no con la boca pequeña, porque el sexo y el deseo es algo más que la palabra y los genitales; son las miradas, los gestos, el resto del cuerpo, el olor, el calor...Y se nota ahora. Aunque parece que aquí está el listo de turno que ha decidido que las mujeres cuando decimos que no, es que sí.
Yo he jugado a eso. A decir que no. A decir que no sabiendo que me moría de ganas. Pero no lo quería poner tan fácil. Porque yo, a pesar de que soy joven y he nacido en otro momento, he tenido veces en las que he querido retrasar, retardar, esperar a ver qué pasaba, estar segura, saber a qué atenerme...No sé, he querido decir que no, sabiendo que igual otro día, o tal vez incluso horas más tarde sería que sí. Pero en el momento que estaba diciendo que no, mi no era rotundo. No os confundáis, el juego amoroso o sexual, existe. A las mujeres hay días que nos gusta ir al grano y ¡adiós! y otros días en los que no nos gusta ¿Pero acaso no hay hombres así? Yo he conocido a tíos que se han hecho los duros conmigo, pero ¡oye! ni se me ha pasado por la cabeza ponerme a tocarles los huevos sin que ellos me hubiesen dado señales CLARAS  de que eso es lo que deseaban. No es tan complicado de entender, ni de ver.
Y si no lo sabes distinguir,  tienes un problema.

También puede pasar que diga que sí y luego no quiera seguir. Un sí que es un no. Y tan normal. Sí, porque no os vayáis a pensar que una tía cuando se enrolla con un tío deja de pensar. Igual de repente no se siente a gusto, o no le gusta el chico como esperaba o qué se yo, le va el rollo de ahora soy una tía dura. Es que DA IGUAL LA RAZÓN. El caso es que una parte de esa pareja ya NO QUIERE SEGUIR con la historia sexual. Y no aceptar eso es, por supuesto: VIOLAR la voluntad del otro. Sin tapujos.

Así que, encontrarme con listos como este, tener que leer cosas tan peligrosas como esta, me deja perpleja. Me alucina que a estas alturas sigamos así. Pero me voy a quedar con la parte positiva que es la cantidad de gente, y de hombres ¡olé sus huevos! que le han puesto los puntos sobre las íes al delincuente este.

Por supuesto, ni se os ocurra comprarle libros a la
EDITORIAL INNISFREE
..... no creo que sirvan ni para limpiarse el culo.