Olímpicos o extraterrestres.

No estoy prestando mucha atención a las Olimpiadas, la verdad. La televisión en verano me estorba bastante. Pero, como con todo lo que sale a través de esa cajita mágica, por mucho que desconectes al final te enteras de cosas. Como por ejemplo que Nadal no ha ganado al tenis. Claro que como no estoy prestando atención a las competiciones deportivas me entero de las noticias con un poco de jet lag, unido el mío personal al que de de por sí tienen unos juegos que se celebran en otro huso horario me da un carajal alucinógeno total. Porque yo tengo la sensación de que Nadal en menos de 24 horas jugó: clasificiación para la semifinal, partido de dobles y semifinal. Vamos que se pegó una paliza de no te menees. Todo esto ocurría mientras yo nadaba a ritmo de tortuga anciana en mi pequeña piscina, leía con miedo a que se me agotaran los libros (despacio, despacio...), me tomaba cervezas para competir por el oro con mi marido y su familia en la categroría de: a ver quién bebe más cervezas en el aperitivo...O sea, que mientras yo vivo a ritmo ralentizado vacacional (unas cuantas revoluciones menos que el resto del año, pero tampoco muchas) Nadal jugaba y jugaba. Y todos los españolistos esperando que Nadal nos trajera la medalla de oro. Esa que una vez sudada por otro nos colgamos como propia gentes que como yo damos un palo al agua para refrescarnos o relajarnos. 

Me da la sensación a mí de que esto de los juegos olímpicos se está convirtiendo en una locura absurda. En una competición donde prima más la cantidad que la calidad. Donde para que te reconozcan un mérito tienes que demostrar que eres el que más gana, el que más récords bate. No vale con ser bueno, en los juegos olímpicos has de ser héroe, si Phels o Bolt ganan en todo lo que compiten, nosotros también. No nos sirven los héroes caídos. Y Nadal tiene suerte, porque su sudor le habrá costado ganar todo lo que este chico ha ganado a lo largo de su vida, y son muy pocos los que se atreven a toserle al mallorquín, o a desprestigiar que esta vez no nos haya traído el oro a nuestras barbacoas veraniegas. Pero no todos los deportistas son Nadal. No puedo dejar de pensar en el murciano, Miguel Ángel López, tengo hasta que buscar su nombre, que corrió los 20 km marcha y del que esperábamos todo menos que no quedase ni entre los 10 primeros. Claro, 20 km de una tacada es algo que hoy en día hace cualquier runner of the world que se precie. 

En una búsqueda rápida sobre su nombre me aparecen titulares como éstos, que me causan sarpullidos intracraneales, suprarrenales, intercostales, perianales, bucofaríngeos, abdominointenstinales y vaginales. O sea asco puro:

http://masdeporte.as.com/masdeporte/2016/08/12/juegosolimpicos/1471028600_159658.html

http://www.sport.es/es/noticias/juegos-olimpicos-2016/miguel-angel-lopez-decepciona-en-los-20-kms-marcha-5321842

https://www.youtube.com/watch?v=ObZAhANw7Ec

http://www.20minutos.es/deportes/noticia/decepcion-miguel-angel-lopez-marcha-duodecimo-2816815/0/


No sé si la raza humana ha evolucionado tanto como para estar batiendo récords constantemente.  En lo que sí parece que evolucionamos a ritmo de récord olímpico es en gilipollez absoluta. 
Sigamos pidiendo imposibles y tirando por tierra méritos ajenos. Sigamos. En eso el oro no nos lo quita nadie. 


Objetivo Profesional 4. No trabajes en cualquier cosa.

Hace dos fines de semana hablaba con una prima mía, 52 años, madre de dos hijos aún menores, estudiante muy tardía (se sacó el título de graduado hace pocos años porque quería estudiar para ser auxiliar de clínica) ella, actualmente,  está trabajando en una pescadería y está harta, cansada y queriendo trabajar en lo que a ella le gusta: auxiliar de clínica. Mi prima estaba entre la eterna duda de si dejar un trabajo que aborrece pero con una nómina segura a fin de mes o lanzarse a la aventura de lograr trabajar en algo que desea. 


Si puedes permitírtelo, aunque eso implique seguir en casa de tus padres un tiempo, no tener un duro para ir a gastarlo al Berska, olvidarte de viajar durante un tiempo, no ir a la peluquería una vez al mes y convertir tu baño en el mejor salón de estética del barrio, quitarte caprichos, hacer sacrificios; es decir, si no te va en ello comer, vivir o sobrevivir y tienes una meta profesional, un objetivo, un  trabajo para el que te has estado formando (por poco que sea, desde un curso del Inem hasta la carrera más costosa del mundo), no trabajes en cualquier cosa. Insiste, espera, busca de lo tuyo. Confía, sigue preparándote, da pasos hacia tu objetivo, por pequeños que sean, pero no te salgas del camino. Si necesitas trabajar búscate algo que sepas con total seguridad que no es tu "labor", un trabajo temporal, muy temporal. 

Miro atrás y veo que uno de los errores que puede que yo cometiese fuera el de empeñarme en trabajar en cualquier cosa. Mi caso no es nada raro, la mayor parte de las personas estudiamos una carrera y cuando la terminamos no tenemos ni idea de cómo enfrentarnos al mundo laboral, no sabemos ni por dónde empezar a buscar. Muchos estamos cansados de pedir dinero a nuestros padres y queremos a toda costa tener nuestra independencia, aunque solo sea para nuestros caprichos. Esto nos lleva a desesperarnos un poco y en esa desesperación se cruzan muchos mensajes de personas, muchos consejos mal-aconsejados, situaciones económicas del país que no dejan mucho lugar a la esperanza....

A mi me aconsejaron: 
- ser teleoperadora. Maldita la gracia. 


Cuando el cáncer se cuela en tu vida.

El año 2015 acabó tan mal que necesitaba creer que era el fin del principio. 
A mi padre le volvieron a a diagnosticar cáncer, la primera vez que esta enfermedad apareció fue en 2009, de laringe, esta segunda vez (o tercera para ser más exactos) era de próstata con metástasis en los huesos, lo de la próstata ya se lo trataron, esa fue la segunda vez,  creo que en el 2010 o 2011, pero parece que no resultó del todo.


Febrero 2009:Aparece el cáncer de laringe. Los síntomas empezaron en noviembre cuando mi padre se quedó afónico. Una afonía que no remitía y en enero el médico de cabecera decidió mandarle por urgencia al especialista. Resultado: Operación. Laringectomizado. Tuvo que estar un mes hospitalizado, sólo podíamos estar una persona con él en la habitación, con mascarillas y mucho cuidado. A pesar del trauma que debe suponer dejar de respirar por la nariz para empezar a hacerlo por el cuello mi padre fue un valiente, la recuperación fue lenta pero firme. Tan solo una infección justo después de salir del quirófano. Nos dieron la buena noticia de que no necesitaría quimio ni radio pero 2 meses después de operar aquello se reprodujo y por fortuna pasan el caso a oncología, digo esto porque hasta ahora lo llevaban en otorrino... y el tratamiento que ellos proponían (seguir cortando) era cuanto menos una tortura. Así que le ponen tratamiento de quimio y radio y es ahí cuando los oncólogos le dicen que quizá no hubiese hecho falta operar, o sea dejarle sin laringe y sin voz, ni olfato. La quimio le va genial. Decidimos no pensar en lo que podría haber sido, es ya irreversible todo, y tirar hacia adelante. 

En Octubre de ese mismo año, 2009, recien acabado el tratamiento de quimio y radio, empieza a hacer cosas raras, como por ejemplo ir andando, pararse y mirar hacia un lado. Yendo al hospital a  una revisión, esa cosa rara le da conduciendo por la autovía. Va con mi madre en el coche, gira el volante hacia la derecha y se va contra un camión. No lo puede evitar. El coche queda hecho polvo. Mis padres sin un rasguño, salen vivos de milagro. En el hospital le dicen que tiene un tumor cerebral, meningioma.  El tumor es benigno, no tiene nada que ver con el cáncer. Se agravan los síntomas: de repente, estando de pie, mi padre se da una vuelta sobre sí mismo. No quieren operar, deciden tratarlo con medicación y controlarlo. Se controla, pero mi padre ya no podrá conducir. A día de hoy no ha vuelto a tener ningún síntoma más. 

En la primavera de 2010: Cáncer de próstata.  Esta vez, tras unas pruebas, la carta de los resultados llega a casa y allí leemos nosotros el diagnóstico, a bocajarro. Yo no sé si esto será muy lógico. Le hablan de un tratamiento nuevo, no merece la pena operar, son una especie de semillitas radiactivas que se colocan justo en el tumor (no recuerdo en nombre y la verdad, no quiero buscarlo). Parece que el cáncer de próstata se controla. 

Octubre del 2010. En un escaner aparece algo en el pulmón. Susto total, vuelta a empezar. Pulmón tras cáncer de laringe suena horrible.  Deciden darle quimio. El día que va a la primera sesión de la quimio les dicen que lo han estado valorando y que no creen que sea un tumor, que no le van a dar la quimio. Se lo controlan y en el siguiente escaner no aparece nada. 

Del 2010 al 2015 afortunadamente todas las revisiones van fenomenal. Le sube algo el azúcar y para controlar lo de la próstata se pincha unas inyecciones en la tripa. Toma mil pastillas y se cambia la prótesis que le permite hablar cada 3 meses o cuando está incómodo. Sí, mi padre habla, mucho. Hay personas laringectomizadas que aprenden a hablar sin necesidad de prótesis. Mi padre empezó a ir a la asociación de laringectomizados de Burgos, pero cuando le ocurrió lo de la cabeza tuvo que dejarlo. Nosotros no vivimos en la capital y desplazarse hasta allí se hacía demasiado costoso y complicado. 

En noviembre del 2015, hace unos meses, de nuevo aparece el cáncer en nuestra casa. Le sube el PSA y le duele la espalda. El diagnóstico no pinta bien: próstata y metástasis en los huesos. Jarro de agua fría. Las palabras cáncer y metástasis son duras. Le ofrecen darse una sesiones de quimio, 4 en principio, aparte de una medicación para fortalecer los  huesos que se la administran de forma inmediata. Empieza la quimio el día de la lotería de navidad:  22 de diciembre. 

Por suerte, mi padre no sufre efectos secundarios graves de la quimio. Pierde pelo (que ya tiene  poco pero no sé por qué lo aprecia), las uñas las tiene como si se le fueran a caer todas y tiene frío (pero no le hables de ponerse unas zapatillas calentitas o una bata para estar en casa, él con sus pantalones y sus zapatos). Esta vez ni siquiera le han bajado las defensas, come bien (mi madre se preocupa también de hacerle todo tipo de caprichos), duerme mucho, no ha perdido peso. Hace una vida normal y por suerte, no tiene dolores, ni los ha tenido en los huesos tampoco desde que le dieron una medicación para ellos (medicación que dejó de tomar a medida que remitía el dolor). La quimio se la ha estado dando cada 24 días. Tras 4 sesiones le hicieron escaner y parece que la cosa ha ido muy bien, todo se ha reducido bastante, los marcadores tumorales están donde tienen qué estar. a pesar de todo y como mi padre está perfecto deciden darle otras 2 o tres sesiones más, más flojitas.  La última fue en junio. Ahora mismo está perfectamente, recuperando su pelo. Tiene buen aspecto, energía y sigue con su vida normal, que por otra parte  no ha dejado de hacerla nunca.

Todo esto le vino a mi padre un mes antes de jubilarse, con 66 años porque había decidido cotizar un año más para que su pensión en vez de mierda apestosa, fuese solo de mierda. Mi padre ha sido autónomo. A los 66 años le quitaron el habla y empezó a respirar por un agujero en su garganta de la noche a la mañana, porque fue así, paso de tener laringe a no tenerla. Todo este proceso para mí ha sido duro por estar viviendo lejos, estoy a 600 km de mi casa. Lo peor, para mí, es la espera de los resultados de las pruebas. Lo más duro el día que le dijeron que le tenían que "hacer el agujero" porque nosotros lo sabíamos, pero él no. 

He pensado en lo peor muchas veces. He pensado que era la última oportunidad muchas veces. Esta última sobre todo. Me daba miedo lo de la quimio otra vez. El día que fuimos a confirmar el tratamiento, en diciembre, me fui a casa unos días porque no soportaba estar lejos, la médico dijo: Verás como te va a ir muy bien. Y yo me aferre a eso. Cada vez que he visto a mi padre le he visto muy bien. Estando lejos los cambios se notan más. 

Mi madre esta navidad no pudo más con el estrés, con llevar todo para adelante, porque además mi padre, además de tener una mierda de salud de hierro, tiene un carácter complicado. A veces insoportable. Y mi madre no sabe hacer otra cosa que cuidarle y hacerle demasiado caso. Así es que esta navidad llegó a su límite, normal. Y sufrió una subida de tensión muy grande. De aquella empezó a tomar por primera vez y en serio ansiolíticos, y la verdad que le han venido de maravilla. 

Este año 2016 empezó fatal. Horrible. A la falta de salud se unía en nuestro caso personal una  revisión de hacienda y un pedazo de multa por una mala decisión de mi suegro y un hijo que hizo caso (no, yo no voy a echar la culpa al asesor). Yo sigo sin trabajo. Y cada vez me siento más incapaz de buscar algo. A pesar de todo, como el 2015 no fue año que me gustase (gracias a que 2014 fue demasiado bueno) no me lo tomé a mal y pensé que nada podría ir peor. Y de momento no hemos ido a peor. Mi padre va evolucionando y ahora sé que la vez que más cerca ha estado de morir fue en aquel accidente. En estos años nos ha pasado de todo. La verdad. Cuando mi padre empezó con el cáncer yo me pasaba el tiempo buscando información en internet acerca de la enfermedad, testimonios de gente que hubiese pasado por lo mismo, en definitiva buscaba esperanzas. Hoy y aunque me está costando mucho escribir esta entrada, quiero dártelas a tí que estás leyendo y quizás estés en la misma situación. La vida es inesperada. Nunca sabes lo que habrá tras la esquina. El final lo sabemos todos. Pero no merece la pena dejarse llevar por la negatividad (yo confieso que incluso escribir esta entrada me da la sensación de provocar la fatalidad), es difícil pero hay que tener esperanzas. Y aprender a disfrutar de tus seres queridos. Entonces, cuando empezamos este calvario, recuerdo  a una compañera de trabajo que me dijo que el primer cáncer de su padre lo llevo mal, pero que la segunda vez fue peor. No es mi caso. La segunda vez ya sabía a qué atenerme. Sabía que hay que ir viéndolas venir poco a poco porque mientras no te digan lo contrario, todo puede pasar. La experiencia de cada uno es individual. Justo un mes antes del primer diagnóstico de mi padre yo había decidido, incluso ya lo había anunciado en la empresa, que me venía vivir a Murcia. No fue fácil y lo pospuse unos meses, en vez de en marzo, me vine en septiembre. En ese tiempo mi padre mejoró y gracias a eso pude negociar un finiquito.
Lo que quiero decir es que la vida no es como creemos que va a ser, por muy claro que lo veamos. Da mil vueltas y lo que más me gusta pensar a mí es que de un mal puede derivar un bien.

Jamás hubiera pensado en todo lo bueno que hemos vivido estos años. Sobre todo aquel día que tras una agónica revisión me vine a Murcia con el diagnóstico de un médico que fue demoledor. Y luego todo resultó ¡tan bien! En estos años mi padre ha rejuvenecido. A regañadientes unas veces y con ganas otras, han viajado, nada especial, pero más que yo sí, y eso me causa mucha alegría por ellos. Espero que una vez pase este bache en vez de quedar heridos, que puede ser, nunca sabes cómo acabará tu estado de ánimo, sean capaces de sobreponerse y volver a  salir y hacer pocas cosas, no son de hacer muchas, pero al menos tengan más ilusiones más allá de la de recuperar la salud.

Por mi parte deseo aprender la lección, la de darme cuenta de la suerte que tengo. La de dejar de compararme y compadecerme. Pero sobre todo la que quiero aprender y llevar a cabo es la de disfrutar de ellos. Quererlos y disfrutarlos. Ya digo que mi familia no somos happy flowers, a veces somos muy dañiños para con nosotros mismos y pecamos mucho de tener mucha teoría pero poca práctica. Pero ahí estamos. Creo que sí somos piña, a pesar de todo. 

Quizá sea una entrada inconexa y con faltas, pero es la manera en la que ha salido este pus emocional. Espero haberte ayudado si es que has llegado hasta aquí buscando un poco de consuelo. Si puedo escribiré más sobre ello. 

Objetivo Profesional 3. Qué son las Lanzaderas de empleo

Aunque a mí nunca me parece suficiente, sobre todo porque las cosas que más me interesan las suelo ver a toro pasado, soy una persona bastante informada. Escucho mucho la radio y me entero de cosillas interesantes. Uno de mis programas radiofónicos favoritos es No es un día cualquiera, las mañanas de los fines de semana en RNE. Precisamente escuchando a Pepa Fernández conocí el proyecto de las Lanzaderas de Empleo, en una entrevista a su creador: Peridis. Sí, Peridis el humorista gráfico, arquitecto y escritor. El proyecto que comento Peridis consistía en equipos de gente que llevan a cabo una búsqueda de trabajo de forma colaborativa, solidaria, formando equipos de personas desempleadas a los que se les otorgan herramientas necesarias para desenvolverse en la búsqueda de empleo, a los que orientar en esta búsqueda; herramientas no sólo cómo aprender a hacer y presentar un currículum decente, enfrentarte a una entrevista de trabajo o dónde buscar empleo, sino otro tipo de ayuda, digamos, más emocional, más en linea con el "odioso" coaching. No es un equipo de trabajo al uso donde cada persona mira por sí misma, sino que el equipo de unas 20 personas trabaja de forma solidaria en la búsqueda de empleo, mejora profesional o emprendimiento de todos los miembros. No hay competencia, sino ayuda. Se da visibilidad de los equipos a través de las redes sociales o medios de comunicación, se pone en conocimiento de las empresas más cercanas que existe este proyecto, se lleva a cabo intermediación laboral con las empresas que lo soliciten. El proyecto no promete que encontrarás trabajo pero lo cierto es que, según dicen, son muchos los participantes en diferentes lanzaderas a lo largo de toda España que lo han logrado mientras participaban en ellos. 

A mí desde luego, me encantó la idea. Recuerdo que estaba haciendo mi cama mientras lo escuchaba y anoté en la app del móvil "notas" el nombre para buscarlo después en internet. 
¡Yo quería participar en eso! 

Me leí la web de arriba a abajo, comprobé que en Murcia no había ninguna lanzadera abierta ni prevista próximamente, me hice seguidora del twitter y un día vi que ¡el proyecto llegaba a Murcia!  Me emocioné, igual podía hacerlo y todo. Pero mi emoción tornó en chasco porque había límite de edad para los participantes. Hasta 35 años. Me pasaba. Uff, qué rabia. Por el twitter pregunté si ese requisito era importantísimo, según me dijeron: sí. Sugerí ampliar esa edad: los puretas, que somos muy jóvenes, también andamos escasos de recursos laborales. Y me contestaron con buenas palabras que en un futuro lo harían. Pero me daba rabia tener ese proyecto cerca de casa ¡al lado! y no poder acceder. Me planteé la posibilidad de apuntarme y mentir. Mentir sobre mis datos en la hoja de inscripción, poner otra fecha de nacimiento. Pero, además de que se pilla antes a un mentiroso, eso implicaba un cambio de fechas de toda mi experiencia vital: carrera, trabajo, cursos; era una locura, imposible. Lo que sí que hice fue apuntarme. No perdía nada, mis datos estarían ahí, comprobarían mi interés y si, finalmente no se apuntaba la gente necesaria, igual, igual....igual ¡me llamaban a mí! 

Y eso pasó. 
No se apuntó la gente suficiente con los requisitos que se pusieron en principio y se amplió el margen. 

Quiero dejar claro que este es un proyecto de empleo gratuito, en su web podéis ver quiénes lo financian, basicamente Europa y Fundación Telefónica. 

No me extiendo más y os cuento ahora mi experiencia, mi punto de vista desde dentro de la Lanzadera. 


Lo positivo, hasta la fecha, es la activación que te procura estar en la Lanzadera. Pasamos cuatro días  a la semana reunidos, de 9:30  a 13:30, esto hace que durante ese tiempo estemos pensando en trabajo, trabajando estrategias para buscar trabajo (mejor o peor, con más o menos medios), ayudando a otros compañeros en esta búsqueda, aportando lo que sabemos...
Personalmente yo me quedo con la mejora de la autoestima que ha supuesto para mí participar en mi equipo. Mis compañeros son muy buena gente y a mí el hecho de estar con gente, reírme con ellos, aportar mi ayuda, recibir la suya, enterarme de cosillas relacionadas con el trabajo o no, tomarme todas las mañanas un café con ellos, me aporta mucho. Pero además me está sirviendo para comprobar que tengo ciertas aptitudes que sigo manejando bien: soy sociable, hablar en público, orientar a las personas, animar y motivar a los demás y hacer reír. Y también he visto que dentro de un grupo tiendo a ser líder, aunque me falta cierta capacidad para trabajar en equipo, cuando estoy en grupo tiendo a coger las riendas. Y creo, que en general, caigo bastante bien las personas. Tengo don de gentes, aunque a veces con lo gruñona que me pongo, me pregunto cómo me soportan. 

Ahora, por motivos personales, llevo faltando unos días y esta semana las lanzaderas pararán por descanso vacacional para retomar los proyectos a finales de agosto. Yo seguiré participando en el proyecto y espero que podamos darle un aire nuevo, mejorar un poco este grupo que nos hemos juntado y que está costando un poco consolidarse por diferentes circunstancias, sobre todo las fechas tan malas para empezar un proyecto de este tipo: pleno verano. 

Conozco otros grupos, otros equipos y cada uno es diferente. Algunos se mueven muchísimo y están constantemente haciendo cosas, por eso no se puede juzgar el proyecto sólo desde la propia experiencia. La mía, de momento, no está siendo todo lo enriquecedora que yo esperaba, pero creo que eso no es lo general y confío en que una vez llegue septiembre vamos a dar un giro importante. Todo lleva su tiempo. De hecho en estos días que he estado fuera he hablado, recomendado la Lanzadera a personas a las que quiero mucho. 

Si queréis saber más, apuntaros, enteraros de este interesante proyecto de trabajo entrad en su web http://www.lanzaderasdeempleo.es/, quién sabe, quizá sea vuestra oportunidad de cambiar algo. 

Suerte. 

Objetivo Profesional 2. La terrible sensación de fracaso.

Estoy participando en un proyecto de empleo en el que me siento tan bien como mal. Bien porque el contacto con gente me hace sentir renovada, bien porque sigo teniendo feeling con las personas, porque les ayudo, porque sigo sacando sonrisas y porque me dicen cosas que me suben mucho la autoestima. Mal porque me genera ansiedad no estar en la cumbre de mi vida profesional, mal porque no estoy ganándome la vida con holgura en un trabajo que sea tan genial que ir a trabajar me mole, mal porque cada día mi envidia por quienes logran eso que yo no tengo aumenta, algo que  me hace compadecerme y al mismo tiempo me rechazo en ese sentimiento.

En el proyecto de empleo me he dado cuenta de que soy, posiblemente, una de las personas que mejores habilidades, cualificación, experiencia y formación tenga. Y soy posiblemente también, la que menos cosas, digamos materiales, ha logrado en su vida. Mil veces hemos hablado por aquí de que la vida no es cómo la vive la mayoría. Que tener casa, coche, hijos, vacaciones y dinero de sobra en tu cuenta corriente  no es necesariamente a lo que hay que aspirar. Es cierto. Y así lo creo. Pero es que no son esas cosas materiales las que anhelo en mi vida (algunas las tengo, pero no por mí, sino por mi marido). Lo que deseo y no tengo y creo que debería tenerlo ¡ya! es un trabajo, una ocupación que me de individualidad, libertad, que me permita vivir por mí misma, que me de seguridad y al mismo tiempo sintonice con  mis valores como persona. No hablo de un trabajo que aborrezca, por mucho sueldo que ganara. Hablo de un trabajo en el que desarrollarme y sentirme muy, muy, muy a gusto. Eso, considero, que a los 43 años que tengo, debería haberlo logrado. Y no lo he hecho. Me machaco constantemente con mi vida pasada. Me machaco porque no me permito haber perdido el tiempo, porque me fastidia no haber sido inteligente, haberme conformado, porque creo que yo podría ser mucho  más de lo que soy y no lo he logrado y todavía no sé por qué. Me tortura eso. Me tortura pensar que he vivido mi vida más pendiente de lo que se esperaba de mí que de lo que yo quería de mí. Y la verdad, al final para decepcionar a unos y otros. 

No nos engañemos, la edad juega en nuestra contra. Es muy romántico eso de que se puede volver a empezar y tal, pero es duro y en ocasiones (más de las que pensamos porque lo cierto es que la gente no cuenta sus fracasos, yo misma hablo de esto por aquí pero en persona no le he dicho a casi nadie que me siento así) estéril, inútil. A los 30 años todavía tienes margen de maniobra si algo no sale bien. De hecho mi cambio lo empecé a los 36 y por supuesto entonces no imaginé, ni de casualidad, que a los 43 seguiría desempleada. Pero aquí estoy. Y la verdad, sin mucha esperanza de cambiar este estado. Y la verdad es que en este caso, mi objetivo profesional sí ha estado muy bien definido, pero muchos factores externos que no puedo controlar han jugado en mi contra: 5 años sin convocarse oposiciones, recortes salvajes en educación que me han impedido dar clases de interina, una última oposición demasiado exigente...siguen los recortes. ¿Debo seguir empeñada en esto viviendo en Murcia? 

Tal vez lo peligroso de la sensación de fracaso, para mí al menos sea que me hunde, que me hace sentirme insegura, inútil, demasiado común: nadie me necesita en un trabajo porque no tengo nada especial que ofrecer; entro en un círculo vicioso de: aumentar formación - sentirme fracasada -aumentar formación inútil - sentir que me equivoco de nuevo - pensar si cambio de rumbo - sentir que me equivoco si lo hago - hundirme. El sentirse fracasada te genera cierta depresión y dependencia. Supongo que al final nos acomodamos en la zona de compadecernos y nos cuesta mucho más aceptar que somos especiales y podemos lograrlo que aceptar que los demás son mejores que nosotros y nos merecemos nuestro puesto de perdedores. 

Pero yo me niego a sentirme así. Me da igual no ser la ganadora de una carrera como esta. Me da igual no haber llegado a la cumbre de las cumbres. Me da igual no ser reconocida públicamente. Pero no me da igual mirarme al espejo, sentir que puedo aportar mucho y no saber cómo hacerlo. 

Pero...¿Cómo se busca trabajo de forma eficaz?

Para saber esto me he puesto manos a la obra y me apuntado a dos proyectos de empleo. Uno son las llamadas Lanzaderas de Empleo y otro el COIE de la Universidad. En mi caso de la de Murcia. 
De los dos os hablaré en mi siguiente entrada. 

A quienes como yo os sentís fracasados cuando miráis a vuestro alrededor solo puedo deciros algo que me digo a mí misma todas las mañanas: 

!DEJA DE PENSAR ESO!
NO ES VERDAD

(Claro que.....)

Poner excusas

No me gusta nada poner excusas. Me da siempre la sensación de que no cuelan. De que suenan a eso, a excusas. Lo odio. 

Estoy de vacaciones y hace dos años que conocí a dos personas encantadoras: mi maquilladora el día de mi boda y su marido. Nos caímos muy bien y decidimos mantener el contacto, pero por cosas de la vida pues llevamos ya dos años sin vernos. Tuvimos el sábado pasado la oportunidad de verle a él un minutillo, es fotógrafo y estaba en Perripueblo trabajando. Nada, lo justo para vernos las caras de nuevo tras dos años. El caso es que tras esto yo  les dije que andábamos por aquí una semana y que si se terciaba nos veríamos. Viven a una hora y media de mi pueblo, están a tope de curro por el día y sólo podían quedar miércoles noche. Lo pensé (demasiado), lo valoré (demasiado), y lo cierto es que me merecía la pena ir porque me apetece verlos, pero en vez de decir sí, sin pensarlo muhco más, sin darle más vueltas al tema que puedo ir/ quiero ir/ voy a ir me lo requetepensé* y ahora ando poniendo excusas porque no puedo ir. Y la razón de no poder ir ni siquiera la he buscado yo. Es una excusa absurda, incluso suena a excusa, pero es verdad. Y encima a causa de ella mi chico y yo andamos cabreados, muy cabreados. Así que mirad si el verano se tuerce. 

Sin comerlo ni beberlo han metido a mi marido para ayudar en el montaje de un evento que se celebra aquí el finde. Con la mala suerte de que este año les ha dado por poner en los programas de la fiesta agradecimientos a la ayuda de colaboradores y ahí va escrito el nombre y apellidos de mi chico. La ayuda es justamente el miércoles por la tarde. Total que como conozco y quiero a la gente que organiza el evento, (y sé que lo han hecho con la mejor intención del mundo porque hemos ayudado otras veces), no quiero dejarlos colgados y mucho menos que nuestro nombre aparezca en unos agradecimientos y luego no acudamos. Ha sido una cuestión de tiempos solapados. De planes hechos por un lado y por otro y también de falta de horarios por parte de los amigos lejanos. Pero me ha dado la sensación de que lo han tomado a excusa. Y me da rabia que esos dos años de distancia sigan aumentando sobre todo, porque no nos conocemos mucho y la distancia hace que esa relación  se debilite. Me gustaría que no fuera así. 

Poner excusas me genera ansiedad. Ayer me pasé la tarde inquieta por ello. Malhumorada casi, porque sabía que me tocaba decir que no a algo que casi yo misma había planificado. Y hoy aquí seguimos, ya con el plan cancelado y mi malhumor en aumento. 

Esta vez la excusa es verdadera, aunque suena a excusa. 
Todos hemos puesto, o nos han puesto excusas alguna vez. Yo tuve un novio, mi EX, que me llegó a poner como excusa de no poder quedar conmigo que tenía que ir a pensar a casa. Así en plan filósofo lo imaginaba yo. Pensando en el más allá, tirado en la cama, agarrándose la cabeza y tirándose de los pelos, obligando a su cerebro a pensar y pensar en !qué se yo qué maravillas¡ Excusas. 

También he escuchado la excusa de no poder hacer planes porque había que hacer una empanada. Los planes eran para ir a una casa rural en un puente, la empanada era para la misma tarde en que se preguntó ¿vendrías a la casa rural dentro de un mes? respuesta: No lo sé, tengo que hacer una empanada para el cumpleaños de mi cuñado.  
Suena a empanada, sí, pero mental. Igual, ahora que lo pienso, el fallo está en la coma. Si hubiera sido un punto y aparte sería diferente: 
P:  ¿Vendrías a la casa rural dentro de un mes?
R:  No lo sé.
     Tengo que hacer una empanada para el cumpleaños de mi cuñado. 

Yo misma he puesto mil excusas, no me libro. Hoy mismo tras la verdadera he puesto una falsa. La persona de la empanada me ha preguntado si esta tarde quiero tomar café con ella y otra ex-amiga/amiga (ambas tienen esa condición, dejaron de salir con mi grupo de amigas de toda la vida, por razones ocultas o rarezas, pero me llevo bien con ellas, con la de la empanada mejor que con la otra, aún así no me apetece mucho el plan de café con ambas) y he dicho que no sé si podré porque me quiero ir a la capital de compras....Me veo sin salir de mi casa esta tarde para mantener la excusa. 

¿Por qué ponemos excusas? Generalmente yo lo hago cuando algo no me apetece. En qué momento de nuestra vida nos amputaron la capacidad de decir simplemente: no me apetece, gracias. O mejor dicho, la capacidad de no juzgar a nadie como una mala víbora si somos nosotros los que proponemos un plan y nos dicen que no quieren hacerlo, que no quieren quedar porque no les apetece. Supongo que es una cuestión de educación, de no querer molestar a las personas que nos ofrecen algo. 
Aunque hay veces que las excusas son muy necesarias: invitaciones inoportunas a bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños; acompañar a alguien a ir de compras (en esto yo ya he aprendido a decir que No, lo siento, pero no me gusta {odio} ir de compras acompañada); apuntarse con alguien a un curso (vale para gimnasio, club, equipo...); ir de vacaciones con otras personas (SOS, SOS, SOS, WARNING, PELIGRO ¡si ya sólo con mi pareja tengo desavenencias viajeras-vacacionales!); quedarse al cuidado de algún animal de compañía; tener una cita con alguien que no te gusta nada, planes de domingo por la tarde ¡¡uff, que el domingo es para tirarse en el sofá y acabar dolorido!!....

*Poner excusas suele ir asociado a tomar una decisión, ambas cosas me fastidian. Cada día me cuesta más decidir, no sé si será cuestión de edad o hay soterrada cierta insatisfacción personal con todo lo que me rodea. Algo no está funcionando bien en mis circuitos. Me noto un poco neurótica.  
Estoy segura de que escribir me vendrá bien. 


¿Qué excusas habéis puesto u os han puesto? Confesad. 



Objetivo profesional 1. Batiburrillo reflexivo.

Estos días de vacaciones los estoy dedicando a reflexionar acerca de mi objetivo profesional. En qué quiero trabajar. Qué deseo hacer. A qué voy a renunciar. Cuánto valgo profesionalmente. En qué destaco, qué cosas hago mejor que los demás. 
Pero de momento mi mente insiste en traumatizarme machacándome con esta duda existencial: 
¿Por qué elegí estudiar esto y no esto otro? Por qué no me lo pensé más, qué pasaba por mi mente cuando....

STOP.
Ese es el quid de la cuestión. Que ahora pretendemos elegir nuestro pasado sabiendo como ha sido nuestro presente y futuro. Y eso no vale. Es tramposo y perjudicial para la mente.  

Yo ya no recuerdo con total nitidez por qué elegí estudiar Imagen y no se me pasó por la cabeza, en ningún momento, dedicarme a la enseñanza (algo a lo que ahora estoy intentando acceder). Ahora pienso, con mi edad y  experiencias de ahora, y me flagelo, porque ahora no soy la misma. Está claro. Cómo voy a ser la misma persona con 43 años que con 17. 

No tiene sentido obsesionarse con eso. Además, estoy segura, de que si pudiera transportarme a mi adolescencia, meterme en mi piel, en mi mente, entendería por qué hice lo que hice. 

El fin de semana leía un artículo, sobre los profesores interinos que espero comentar por aquí, en el que decía algo que yo he vivido: la manía que tenían casi todos "mis amigos" de acabar la carrera y hacer el CAP (el CAP era el curso predecesor del máster que es necesario para poder ser profesor de secundaria). Tengo varios amigos y conocidos que hicieron esto, hacer el CAP por si acaso. Y una, que en eso parece que no he cambiado mucho, pensaba que para qué leches quería hacer el CAP si no tenía ninguna intención de ser profesora. ¿Para qué seguir estudiando y retrasar más mi incorporación al mercado laboral?  Yo no lo hice. De hecho, cuando la "vocación docente" llamó a mi puerta, llegué al CAP por los pelos, hice el último de los últimos. La última convocatoria del CAP que hubo justo antes de que desapareciera. 

Total, que elegí, en su momento, lo que elegí, basándome en unas circunstancias y en unos objetivos personales que entonces eran completamente válidos para mí. Elegí además sin ningún tipo de orientación profesional, ni ayuda por parte de mis profesores o padres. Mis profesores creo que no estaban preparados para ello y mis padres menos. Para ellos lo mejor era lo que yo considerase mejor y poder darme (pagarme) los estudios que yo escogiera. ¿Me equivoqué? Pues no, no me equivoqué. Simplemente elegí, decidí, renuncié a unas cosas por elegir otras. 

Lo que pasa es que ¿cómo medimos si nos hemos equivocado? Yo lo hago de una manera muy absurda y muy dañina: comparándome con los demás. Comparándome con la gente de mi edad, con mis compañeros de instituto, con mis amigos. Me comparo, miro sus vidas, interpreto sus cuentas corrientes, mido su felicidad diaria según una escala que yo me invento. Es todo tan subjetivo que solo por eso intuyo que no debe ser la mejor forma de analizar nada. 
En esas comparaciones yo veo a personas que han logrado trabajos estables, sueldos y estabilidad emocional que les han permitido formar una familia "a tiempo", tener casas, viajar... Veo profesionales de éxito. Vidas plenas. Metas logradas. Me miro a mí y veo a una mujer de 43 años, desempleada desde hace 6, viviendo en un lugar que no sabe si le apetece estar y compartiendo la vida con una persona con la que a veces parece no tener nada en común. 

Yo no sé si las vidas de los otros son tan geniales como yo las veo, ójala sí, pero sí sé que la mía no es tan oscura como la pinto. Que no soy una persona parada, que más bien soy alguien que no deja de hacer cosas (dentro de mi carácter tendente a la inactividad y la pereza), que decidió cambiar de rumbo profesional a los 36 años, que hasta los 35 no conectó con alguien que le hiciera sentirse tranquila y segura ( y no un torbellino de emociones, que el enamoramiento está muy bien, pero a mí me sentaba peor que una sobredosis de cafeína). 

No nos podemos comparar con nadie, excepto si lo hacemos para copiar algo bueno de otra persona y  que eso nos impulse a mejorar. 

Es posible que yo, a lo largo de mi vida, me haya equivocado en algunas decisiones que he ido tomando y que haya ido escogiendo siempre el camino cortado. Puede ser. Pero ahora, con mis 43 años tengo la ventaja de saberlo. De saber qué decisiones creo que tomé en el pasado erróneamente y eso me puede ayudar a hacerlo mejor de aquí en adelante. 

Estoy en un proceso de reflexión personal acerca de mi objetivo profesional. Quiero saber, con la mayor certeza posible, qué quiero hacer con el resto de vida laboral que me queda. No quiero trabajar en cualquier cosa, no quiero equivocarme esta vez. Y he buscado ayuda. 

Este proceso de orientación laboral es lo que iré contando por el blog, por si puedo ayudar a otros. 

De momento esta primera entrada está un poco como mi cabeza: liada, desmadejada, inconclusa, dispersa. 

Prometo ir concretando más.