Algunas cosas que despiertan nuestros recuerdos

Hay un montón de sensaciones o experiencias sensoriales o cosas o personas que desatan nuestros recuerdos. Que nos provocan una emoción asociada a un recuerdo del pasado. Cada persona tendremos nuestras propias conexiones neuro-emocionales. Y a cada uno de nosostros nos desatarán, esa caja de pandora de nuestros recuerdos, diferentes cosas. Aunque seguro, que como en todo, en muchas de ellas coincidamos. 
 
 
LOS OLORES
En mi caso es posiblemente la experiencia sensorial que más logra evocarme recuerdos. Es muy fuerte la sensación  que experimento, de transportarme a otro momento de mi pasado, a través de los olores. Hay perfumes que me embriagan y con solo olerlos soy capaz de estar de nuevo en otro momento de mi vida. Un perfume que tengo muy muy interiorizado es Egoist platinum. Ese perfume, que además me encanta, lo tengo asociado no solo a una persona, sino a unos momentos concretos de mi vida. A unos días. A unas sensaciones y experiencias. Es olerlo y sentir que todos esos recuerdos, que son buenos, pero llenos de melancolía, se apoderan de mí. Jamás podría regárselo a mi pareja actual, porque al olerle no estaría con él. Sino que inevitablemente pensaría en otra persona.
 
Otro olor que reconocería, si por ejemplo estuviese en coma y de repente despertase, es el olor de SEPTIEMBRE. Septiembre huele de forma diferente, especial. Sobre todo en mi pueblo. Pero fuera de allí también he experiementado esa sensación de evocación del pasado. En mi caso, el olor de septiembre lo asocio con un día de fiesta que hay en mi pueblo, una romería. Antes  empezábamos las clases el día después de esa romería, así que oler a septiembre es recordar esos primeros días de clase. Ese baño del domingo por la tarde-noche, al volver de la fiesta, víspera del primer día de un nuevo curso. Asocio mucho el olor de septiembre con el olor de gel Moussel de Legrain, que se ve que era con el que nos bañaba mi madre de pequeñas.
Septiembre me huele a nuevo, a limpio. Y también me sugiere  melancolía.
 
El olor a AJO. El ajo me huele a Navidad. Y me hace sentirme genial. No ajo crudo, sino el ajo friéndose en la sartén. Mi madre cocina mucho con ajo y ese olor lo tengo metido en mi cerebro sensorial desde que era pequeña. Me recuerda al frío del invierno en mi pueblo,  a las nevadas que caían en navidad estando de vacaciones, a mi casa caliente de tantos que éramos cenando allí, a mis tíos y mis primos. A esas cenas navideñas en familia.
 
El olor del amanecer en verano. Ese olor me lleva a mis días de fiestas de pueblos cuando era jovencita. A llegar tarde a casa. A estar con el chico que me gustaba. Me sugiere emociones muy agradables. Casi todas relacionadas con el amor. Esas eran horas de buscarse sitios en la intimidad para dar rienda suelta a la pasión...jejeje...Me gusta el olor de la madrugada en verano. A veces no hace falta esperar a que amanezca, porque hay noches que ya desde las 12 huelen así. A fresco y calor al mismo tiempo.
 
LAS CANCIONES. LA MÚSICA.
También la música tiene un poder asombroso de evocar recuerdos o pequeños viajes en el tiempo, que es al fin y al cabo lo que parece que nos pasa. Escuchamos una canción especial para nosotros  y podemos incluso llegar a sentir: alegría, tristeza, gozo, rabia, envidia, malestar o bienestar...lo que sea que sientésemos el día o el momento al que nos teletransporta ese recuerdo.
Yo tengo una que me da un mal rollo impresionante LOSING MY RELIGION de REM. Me recuerda, me lleva directamente, a una noche de verano, en la que me engañaron una amiga y mi novio (el que usaba Egoist) y yo me lo veía venir. Me da mucha rabia porque la canción me gusta, nos pasamos un verano entero ensimismados con ella, pero a mi al final me ha quedado un recuerdo muy malo. 
 
ALGUNAS COSAS
Las cartas, por ejemplo. Yo he sido una pedazo escritora de cartas. Me encantaba escribir cartas, sobre todo a mis amigas, en concreto a una, con la que me escribí cientos. Y a mis novios. Pero sobre todo a uno (sí, el de Egoist, jejejeje), con el que me escribí tantas cartas, que aún conservo, que creo que nuestra relación más bonita fue la que mantuvimos por correspondencia.
Conservo las cartas y hay algunas que me las se de memoria o me las supe. Ya las leo muy de vez en cuando. Pero no solo me evoca recuerdos la lectura, que eso provoca un aluvión de emociones de todo tipo, sino que simplemente la cosa material, la carta en sí, el sobre, la letra del remite, eso de tanto que las manosee en su día, de tanto que lo hice mio, me lleva al pasado. Y es que las cartas se leían una y otra vez. Una carta no se leía y se guardaba. Eso solo lo hacías con las que no te interesaban un pepino. Pero las que eran especiales, esas las leías y releías.
 
Leer ahora las cartas del pasado es como un chute, hay algunas que te hacen descojonarte, otras te llenan los ojos de lágrimas recordando lo especial que te sentiste cuando recibiste esa, otras te cabrean por lo que te dicen, o te hacen morirte de la vergüenza. También puedes llorar de pena, porque los recuerdos a veces son dolorosos. O quedarte un momento ensimismada pensando que aunque sabes que esas palabras iban dirigidas a tí, esa TÚ a la que se las enviaban, ya no existe.
 
Las fotografías también evocan muchos recuerdos. Pero claro, esto lo vemos como algo lógico. Para eso están. Para que recordemos. Pero más que recuerdos yo me refiero a que una foto te puede provocar viajar al pasado. No todas la fotos provocan esa sensación. Las fotografías en general te ayudan a recordar y revivir en la memoria hechos del pasado. Pero algunas, logran que vuelvas a ese pasado por unos instantes y que te sientas como te sentías en el momento en el que se tomo esa foto.
 
 
Los juguetes.Yo colecciono Nancys, porque un día, de pronto pensé en la muñeca nancy que yo tuve de niña. Sólo pensar en ella ya me hizo sentirme de una forma especial. Y una mañana  pasé por una juguetería, entré, pregunté si tenían nancys antiguas y me compré una. Cuando llegué a casa y la saqué de la caja, juro que regresé directamente a mi infancia. Así, ¡¡zas!!. Al coger a la muñeca, al tocarle el pelo, al colocarle el vestido, me lleno una paz interior que no se cómo explicar para no parecer una loca. Pero me evocó mi pasado, cuando yo jugaba con mi nancy. Y a partir de ahí, me compré más.Y eso me sigue pasando. Coger a mis nancys me recuerda a mi misma en las tardes de verano que me iba con mi madre y como sabía que me aburriría me llevaba a mi muñeca. Me recuerda a llevarla en el coche, en los viajes, a todas partes. A despertarme por la mañana de los sábados y ponerme a jugar con ella. En definitiva a momentos de paz, de tranquilidad, de felicidad infantil en la que no sabes, ni piensas que nada malo pueda pasarte a tí o a los tuyos.
 
Eso mismo me pasa también con algunos libros que tengo de Enid Blyton. O con los Superhumor. O los libros de Esther. Los de Esther me recuerdan a mi padre, cuando se iba de viaje a Madrid, a algún curso y yo le decía que me los trajera. Y también me recuerdan a ponerme a merendar mi bocadillo que me sabía mucho mejor si me lo comía leyendo un libro. Me encantaba merendar leyendo.
 
Otros juguetes que ya no tengo, pero que a veces veo, en fotos por internet, tambíén me provocan esa sensación de evocación. Supongo que todo lo que tiene que ver con la infancia son recuerdos muy potentes o arraigados y surgen cuando algo los dispara. Lo bueno de estos recuerdos es que, al menos en mi caso, me transmiten mucha calma y seguridad. Aunque  la melancolía también aparece.
 
PERSONAS.
A veces ver a personas que me recuerdan fisicamente a otras personas con las que ya no tengo relación, pero la tuve, también hace revivir momentos del pasado. O alguien, en algún gesto, me recuerda a alguien.
 
LUGARES
Ir a lugares, no muy comunes, en los que has estado alguna vez o muchas veces en alguna época de tu vida, también puede provocar que despierten muchos recuerdos y sensaciones. Por no comunes quiero decir, que a mi por ejemplo estar en casa de mis padres, al ser un sitio al que voy con bastante asiduidad, no me trae a la memoria sentimientos o emociones. Pero sin embargo ir a sitios en los que alguna vez estuve y viví alguna cosa importante, sí despierta mi memoria. Por ejemplo este verano volví a entrar en el que fue mi instituto. Ya no es instituto, siquiera. Y yo hacía que no entraba en ese edificio pues muchos años, muchos, unos 19 años. Volver a pisar las escaleras, recorrer el pasillo, entrar en las clases (que aunque no están igual tú recuerdas cómo era) me trajo mil recuerdos a mi mente. Mil sentimientos.
 
 
 
 
Yo, hasta hace un año, no sabía que a esto que he descrito arriba se le llamaba LA MAGDALENA DE PROUST. Ello debido a un "conocido" pasaje de su obra En busca del tiempo perdido,  una novela compuesta por siete tomos, en el que Proust hace referencia a su magdalena, o sea a esa memoria involuntaria, que nos lleva a momentos del pasado:
“En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar… el recuerdo se hizo presente… Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena… apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, las calles…”


Cuando te pasan estas cosas, tienes que pararte. Fisicamente. Pararte un poco y observar a tu alrededor, porque el sentimiento es fuerte y merece la pena dejarse llevar por él unos instantes. Yo no conozco mejor forma de viajar al pasado que a través de esos recuerdos. De esas experiencias sensoriales que se trasnforman en recuerdos.
Y esos recuerdos, dan autenticidad a nuestra vida.

Y vosotros, ¿qué magdalenas tenéis?



4 comentarios:

  1. Coincido sobre todo en las cartas. Yo también las guardo, he sido muy de escribir cartas y bueno, es como una máquina del tiempo. Y en cuanto a lo de los olores... pues sí, todavía me psa que a veces me cruzo con una señora por la calle y huele a mi abuela. No sé qué perfume es, su nombre, pero siempre lo identifico. Vanderbilt es el olor de los buenos momentos de mi madre. Y luego está el olor de mi casa. Algo de lo que más me impactó de la visita al pueblo fue que el olor de mi casa había cambiado. Snif! xD

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  2. El frío. Y no para bien precisamente, es tener frío de verdad y entrarme un mal rollo impresionante, lo asocio a recuerdos muy chungos, hasta tal punto que cuando estoy mal psicológicamente me entra frío, aunque esté a cuarenta grados. Los sobaos de los de Martínez, la colonia Don Algodón...

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  3. Yo recuerdo demasiado, más de lo que me gustaría!!!

    Lo bueno es que recuerdo detalles muy bonitos de mi relación con mi marido, otros no los recuerdo por culpa de las cervezas de aquella noche mágica

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  4. Qué bonita entrada.
    En nuestro cerebro el sentido del olfato llega antes a los centros encargados de regular emociones, lenguaje y memoria, luego ya pasan a la corteza y se hace consciente. Los olores pueden modificar nuestro comportamiento y las funciones corporales. Sé que sueno pedante, pero es que este sentido me gusta mucho. Me pasa como a ti con ciertos olores, me teletransportan a otros lugares y momentos y me activan automáticamente algunas emociones. Me pasa por ejemplo con los jazmines, no puedo olerlos sin acordarme de la casa de mi abuela materna.
    Con la música es algo parecido, es escuchar una canción asociada a algún momento en concreto y empezar a sentir lo que sentía entonces.
    De pequeña estuve enganchada a los libros de Enid Blyton! Incluso recuerdo cómo olían xDDD

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