Independizarse no significa tener la vida resulta. (Parte I)

A los 43 años una ya se siente con cierta autoridad para contar batallitas y decir según qué cosas, por muy políticamente incorrectas que suenen (por ejemplo que Mario Vaquerizo es un plasta insoportable...lo dejaré para otro post). Estos días me he tropezado en diferentes medios con la noticia, reseña de actualidad, de lo mal que lo tienen los jóvenes actualmente para independizarse. Y, perdonadme los jóvenes, pero me ha dado por despotricar, así un poco.

Habla la abuela cebolleta. ¿Qué significa independizarse?
Independizarme como irme de mi casa, lo hice a los 18 años. Como decían en la radio el otro día, los que somos de pueblo y queríamos estudiar tuvimos esa ventaja. Y yo lo hice a lo grande, cual Paco Martínez Soria: del pueblo a Madrid. Yo no lo sabía, pero allí me iba a quedar hasta los 36 añitos. 

A los 24 acabé la carrera, en junio además. Ese verano trabajé, gratis, becaria, en una radio en Burgos y después de muchas dudas volví y me quedé a vivir en Madrid. 

 Madrid a finales de los 90 desde luego barato no era, pero claro, en mi independencia iba también mi sacrificio. Lo primero trabajar. Porque no podía soportar seguir siendo una carga para mi familia. No, para mí tampoco fue fácil encontrar trabajo. Ese año todavía estuve viviendo de mi padre hasta junio.  De hecho mi primer curro,de más de un día, fue de teleoperadora, vendiendo apéndices de una enciclopedia de Lengua y Literatura de Espasa. En una empresa, Sitel, en la que todas las tardes echaban a uno de los 20 compañeros que trabajábamos en esa campaña. Los que no habían logrado ninguna venta esa tarde ¡fuera! De fácil nada. Y todo para ganar 25.000 pesetas si llegaba. Que me sirvieron para mis gastos del verano.

Después del verano enganché varias campañas de teleoperadora, nunca seguidas, nada de trabajo fijo ni parecido. 
No os vayáis a pensar que yo era la única licenciada en este trabajo, ¡una gran mayoría de mis compañeros eran personas con carrera! Pues bien en esta época yo ya vivía independizada (es decir no dependía económicamente de mi padre) pero había pasado casi un año desde que acabé la carrera. 
Entonces seguía en el mismo piso compartido en el que estuve de estudiante, casi con las mismas personas. No sólo compartía piso, también compartía la habitación, con mi hermana, por lo que vivir en Madrid, en el barrio de Delicias, me costaba 16.000 pesetas al mes (eran pesetas, ya digo que tengo autoridad para hablar de batallitas). Por supuesto no tenía móvil (ni existían), ni ordenador, ni cadena de música; un simple walkman todo lo más; ni tele para mí sola, ni llevaba la ropa de marca...Ni por supuesto viajaba a ningún lugar. Pero vivía por mi cuenta y no recuerdo que viviese mal. Simplemente no necesitaba nada más o me amoldaba a lo que tenía o lo más importante: valoraba lo que cuestan las cosas. 

De aquel trabajo enganché con uno que al menos tenía más pinta de continuidad, pero que seguía sin tener absolutamente nada que ver con la carrera que yo estudié. Mi sueldo no iba a ser para tirar cohetes, no sé si eran 60.000 pesetas. No recuerdo ni si llegaba a eso. Seguí en mi piso compartido. Y en las mismas condiciones que os cuento. Nada de excesos, nada de viajes, nada de poder comprarme nada...en fin...de ahorrar ya ni os hablo. En este trabajo que era para la empresa Amena, estábamos contratados a través de otra empresa (una especie de ETT) y el salario era irrisorio. Pero aquí fue dónde yo aprendí a trabajar de verdad. Y recuerdo esta etapa con mucho cariño. Mi trabajo era de administrativa, un poco largo de explicar porque hice muchas cosas y llegué a tener cierta responsabilidad pero gracias a una puñalada trapera de unas compañeras me quedé sin ser contratada directamente por Amena, cosa que a la larga fue una suerte. 

De este pasé a otro trabajo, que sí estaba relacionado con mi carrera, para lo que renuncié a mi finiquito en Amena, después de 2 años trabajando me fui sin lo poco que me hubiese correspondido. En el nuevo trabajo me dijeron un viernes que debía empezar el lunes, a mí me pareció una oportunidad y además iba a cobrar casi 120.000 pesetas, cosa que sólo lograba en mi otro trabajo si hacía horas de voluntaria los fines de semana. Así que lo dejé y fue entonces cuando tuve mi primer móvil: mis compañeros me regalaron uno de prepago, el mejor que entonces tenía Amena (como si hoy me regalaran un Iphone), de regalo de despedida. Mi primer móvil: 27 años.

A todo esto yo seguía compartiendo casa y habitación. 16.000 pesetas mes + gastos.

En este trabajo duré poco más de dos meses pues estando allí me surgió la oportunidad de hacer una beca en una empresa del sector audiovisual que según me comentaron era de las mejores. Dudé muchísimo, porque la beca, no remunerada me impedía poder compaginarla con mi trabajo.  El caso es que hacer la beca no garantizaba entrar a trabajar, pero yo pensé que sí y lo dejé todo de nuevo. En este tiempo yo tenía ya derecho a paro, y viví de eso de septiembre a diciembre. Al final tuve suerte y me contrataron. En la super empresa, a trabajar en lo mío ¡ahora sí que sí! en algo raro, en algo para lo que había que especializarse. Y me daba igual empezar de auxiliar y no llegar a las 100.000 pesetas mientras tenía compañeros que rondaban las 250.000. Total que aquí me quedé. 

Un verano el grupito del piso compartido se rompió porque cada una decidió irse a vivir con sus respectivos (tener novio o pareja era un plus muy importante para independizarte del piso compartido, dos sueldos siempre son mejor que uno) y yo, ilusa, decidí que me iba a buscar algo para mí sola porque a estas alturas estaba deseando vivir sola.  Me lo pedía el cuerpo.
En aquel tiempo, en Madrid, el cuchitril mas asqueroso no bajaba de los 600 euros. Si ganaba poco más de 800...¡no me salían las cuentas! y tuve que irme de nuevo de piso compartido, pero esta vez con gente a la que no conocía de nada. No fue fácil. Y lo pasé mal. Me costó muchísimo adaptarme. A todo, porque también cambié de barrio. A uno ya nada céntrico como Delicias. A cambio tenía una habitación para mí sola, con cama grande y un baño también para mi solita. Eso era entonces lo más parecido a la independencia para mí. Pero viví con gente muy rara, casi llegué a desquiciarme. 
Y sigo sin ningún extra en mi haber, solo mi móvil. Ni ordenador, ni internet...nada de nada. Bueno, sí, esas navidades me tocó ¡una tele! en Caja Madrid. El complemento ideal para mi habitación y para que mi independencia pareciese mayor. A costa de vivir en una habitación, claro. Pero para mí eso era genial y la verdad es que en mi trabajo tuve la suerte de tener estupendos compañeros, me gustaba lo que hacía y cuando me saturaba me iba al pueblo. No salía mucho por la capital, pero vivía bien y era feliz. 

En este trabajo tan chachi, en una empresa tan molona en la que trabajé para Disney Channel y Vía Digital tenía un cantrato por obra. Trabajaba a turnos: mañana, tarde y noche. Los 365 días del año. Podía trabajar 6 días, librar 2...Luego estuve una época en la que gracias a ser de las que menos cobraban, tampoco trabajaba fines de semana ni en turnos. Luego hice turnos en los que podía llegar a librar hasta 7 días seguidos. Hice turnos con guardias, en los que libraba pero me podían llamar para ir a trabajar...Al principio  todo por menos de 900 euros porque yo era auxiliar. En fin, un día nos plantamos las 4 auxiliares y exigimos una subida de sueldo. Ahí empecé a enterarme de lo que es pelear por lo tuyo....

Continuará. 

5 comentarios:

  1. Mi recorrido es completamente diferente, porque yo apenas he salido de casa hasta que me casé. Pero es cierto que independizarse no es tener la vida resuelta.

    Besos.

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  2. Cuánta razón... eso mismo pensamos mi marido y yo cuando vimos lo del informe el otro día. Una de las razones es porque con mil euros no da... me moría de risa, ojalá se acercara a eso mi primer sueldo de cuando me vine a "la capi", en 2005, 750€ al mes, pagando habitación en piso compartido, luz, gas, agua... y el menú de la última semana de mes siempre el mismo: arroz o pasta con una latita de atún si llegaba. ¿Duro? Bueno, a veces sí, pero también fue una etapa muy muy feliz de mi vida.

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  3. Desde luego que no. Anda que no hay que dar vueltas y patadas >_<

    Oye, a mí me gustan tus batallitas :D

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  4. Completamente diferente a mi historia... pero porque nunca me he ido de mi casa (hasta ahora, aunque sigo sin tener trabajo). Lo que sí me recuerda mucho es a las andanzas de Sr.AA. Pisos compartidos, trabajos malos, raros y absurdos para sobrevivir, rollos de hacienda... Pero independencia.

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