Fumad, fumad ¡malditos!


Ahora lo sé. Cuando yo era fumadora, era una intolerante. Y lo era porque estaba enganchada al tabaco. Un enganche que me hacía sentirme la persona más desgraciada del mundo si me quedaba sin cigarrillos en algún momento o en algún lugar donde no tenía posibilidad de comprarlos o pedirlos. Un enganche que me ha hecho incluso fumar manzanilla, tila, té, ¡aspirinas! si no tenía tabaco. Un enganche que te hace revolver por todos los bolsos (tuyos y ajenos), cajones, armarios y lugares inverosímiles buscando un cigarro ¡¡arjjj!!. Ese mismo enganche patético, esclavo, ruin, era el que me impedía ver las cosas desde el otro punto de vista. El de los que no fumaban.
Cuando yo era fumadora se podía fumar en casi cualquier sitio. He fumado en autobuses, hospitales, en clase en la universidad, en el instituto...(en la iglesia no, nunca se ha fumado en las iglesias, es para reflexionarlo) la única prohibición que he tenido para no fumar ha sido en el trabajo y era porque los equipos técnicos se estropeaban, aún así siempre había personas que preferían que no fumases en esos lugares y a mí me fastidiaba que gente no fumadora me mirase mal por fumar, o me pidese que no lo hiciera.
 He fumado delante de personas enfermas. Es más, es que yo también pensaba que era mi tía, enferma del corazón, la intolerante porque en Nochebuena nos decía que en su casa no fumásemos los 6 de mi familia que entonces lo hacíamos. Y cómo son las cosas, que al final siempre cedía ella:
-“que no, que me da igual, ¡¡fumad!!”.
- “Pues claro tía,¡¡ qué más da!!"

En fin que he fumado, bastante. He protestado por no poder fumar. He sufrido por no tener tabaco. He tenido resacas insoportables y me ha importado bien poco que mi madre, no fumadora, se haya tragado durante años y años el humo de mi padre, de mis 2 hermanos y el mío. La razón era mía. Era mi decisión ser fumadora. Me gustaba fumar. Me relajaba. Me inspiraba…………..Ilusa.

Llevo sin fumar 8 años. Hasta hace poco creía que eran 6. Es que ya he perdido la cuenta. Al principio me daba igual el humo de los demás. No lo veía. No lo notaba. Pero poco a poco he ido dándome cuenta de la esclavitud a la que estaba sometida. Y sobre todo he visto lo IMBÉCIL, SI IMBÉCIL Y CORTA DE MENTE que fui pensando como pensaba. Hoy en mi casa sólo fuma mi hermano pequeño. Poco. Y en la terraza. Mi hermana y yo lo dejamos voluntariamente. A mi padre un cáncer de laringe le quitó el vicio y las cuerdas vocales.

1 comentario:

  1. Yo fumé de los once a los 40 pero espero seguir siendo tolerante con los que fuman y volver a hacerlo a los setenta.

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