Objetivo profesional 1. Batiburrillo reflexivo.

Estos días de vacaciones los estoy dedicando a reflexionar acerca de mi objetivo profesional. En qué quiero trabajar. Qué deseo hacer. A qué voy a renunciar. Cuánto valgo profesionalmente. En qué destaco, qué cosas hago mejor que los demás. 
Pero de momento mi mente insiste en traumatizarme machacándome con esta duda existencial: 
¿Por qué elegí estudiar esto y no esto otro? Por qué no me lo pensé más, qué pasaba por mi mente cuando....

STOP.
Ese es el quid de la cuestión. Que ahora pretendemos elegir nuestro pasado sabiendo como ha sido nuestro presente y futuro. Y eso no vale. Es tramposo y perjudicial para la mente.  

Yo ya no recuerdo con total nitidez por qué elegí estudiar Imagen y no se me pasó por la cabeza, en ningún momento, dedicarme a la enseñanza (algo a lo que ahora estoy intentando acceder). Ahora pienso, con mi edad y  experiencias de ahora, y me flagelo, porque ahora no soy la misma. Está claro. Cómo voy a ser la misma persona con 43 años que con 17. 

No tiene sentido obsesionarse con eso. Además, estoy segura, de que si pudiera transportarme a mi adolescencia, meterme en mi piel, en mi mente, entendería por qué hice lo que hice. 

El fin de semana leía un artículo, sobre los profesores interinos que espero comentar por aquí, en el que decía algo que yo he vivido: la manía que tenían casi todos "mis amigos" de acabar la carrera y hacer el CAP (el CAP era el curso predecesor del máster que es necesario para poder ser profesor de secundaria). Tengo varios amigos y conocidos que hicieron esto, hacer el CAP por si acaso. Y una, que en eso parece que no he cambiado mucho, pensaba que para qué leches quería hacer el CAP si no tenía ninguna intención de ser profesora. ¿Para qué seguir estudiando y retrasar más mi incorporación al mercado laboral?  Yo no lo hice. De hecho, cuando la "vocación docente" llamó a mi puerta, llegué al CAP por los pelos, hice el último de los últimos. La última convocatoria del CAP que hubo justo antes de que desapareciera. 

Total, que elegí, en su momento, lo que elegí, basándome en unas circunstancias y en unos objetivos personales que entonces eran completamente válidos para mí. Elegí además sin ningún tipo de orientación profesional, ni ayuda por parte de mis profesores o padres. Mis profesores creo que no estaban preparados para ello y mis padres menos. Para ellos lo mejor era lo que yo considerase mejor y poder darme (pagarme) los estudios que yo escogiera. ¿Me equivoqué? Pues no, no me equivoqué. Simplemente elegí, decidí, renuncié a unas cosas por elegir otras. 

Lo que pasa es que ¿cómo medimos si nos hemos equivocado? Yo lo hago de una manera muy absurda y muy dañina: comparándome con los demás. Comparándome con la gente de mi edad, con mis compañeros de instituto, con mis amigos. Me comparo, miro sus vidas, interpreto sus cuentas corrientes, mido su felicidad diaria según una escala que yo me invento. Es todo tan subjetivo que solo por eso intuyo que no debe ser la mejor forma de analizar nada. 
En esas comparaciones yo veo a personas que han logrado trabajos estables, sueldos y estabilidad emocional que les han permitido formar una familia "a tiempo", tener casas, viajar... Veo profesionales de éxito. Vidas plenas. Metas logradas. Me miro a mí y veo a una mujer de 43 años, desempleada desde hace 6, viviendo en un lugar que no sabe si le apetece estar y compartiendo la vida con una persona con la que a veces parece no tener nada en común. 

Yo no sé si las vidas de los otros son tan geniales como yo las veo, ójala sí, pero sí sé que la mía no es tan oscura como la pinto. Que no soy una persona parada, que más bien soy alguien que no deja de hacer cosas (dentro de mi carácter tendente a la inactividad y la pereza), que decidió cambiar de rumbo profesional a los 36 años, que hasta los 35 no conectó con alguien que le hiciera sentirse tranquila y segura ( y no un torbellino de emociones, que el enamoramiento está muy bien, pero a mí me sentaba peor que una sobredosis de cafeína). 

No nos podemos comparar con nadie, excepto si lo hacemos para copiar algo bueno de otra persona y  que eso nos impulse a mejorar. 

Es posible que yo, a lo largo de mi vida, me haya equivocado en algunas decisiones que he ido tomando y que haya ido escogiendo siempre el camino cortado. Puede ser. Pero ahora, con mis 43 años tengo la ventaja de saberlo. De saber qué decisiones creo que tomé en el pasado erróneamente y eso me puede ayudar a hacerlo mejor de aquí en adelante. 

Estoy en un proceso de reflexión personal acerca de mi objetivo profesional. Quiero saber, con la mayor certeza posible, qué quiero hacer con el resto de vida laboral que me queda. No quiero trabajar en cualquier cosa, no quiero equivocarme esta vez. Y he buscado ayuda. 

Este proceso de orientación laboral es lo que iré contando por el blog, por si puedo ayudar a otros. 

De momento esta primera entrada está un poco como mi cabeza: liada, desmadejada, inconclusa, dispersa. 

Prometo ir concretando más. 

4 comentarios:

  1. A ver, la vida da muchas vueltas. Conozco varios casos de personas que han acabado haciendo cosas muy distintas de aquellas que se plantearon cuando tuvieron que elegir con 18 añitos. Llegarás a tu meta, Perri, sea la que sea. Mientras tanto, pues iremos caminando, y pensando, y caminando, y así.

    ¡Mil besos, amiga!

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    1. Es verdad que la vida da mil vueltas, pero cuando no tienes claro lo que deseas desde un principio (algún día hablaré de esto) la vida se puede volver un poco caótica. No sé cómo explicarlo. Tú, por ejemplo, estás ya en el camino que has elegido, tienes una profesión asegurada y además es la que deseas. Lo que yo siento es, además de la diferencia de edad, que influye, mucho, digan lo que digan, una sensación de fracaso. No tener ni una cuenta corriente a mi nombre con 43 años quizá suene muy hippie, pero yo nunca he querido ser hippie. Es elegido, o lo fue, pues sí. Decidí arriesgar para ser más feliz, sí. No me arrepiento, pero mi vida ha ido demasiado rápido, demasiado. O he perdido el tiempo. O soy una inconformista. Lo que tengo claro que analizar el pasado desde el presente solo sirve para amargarme. Y no me deja avanzar.
      Mil besos guapetona.

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  2. Ahora estás dispersa, quizás hasta abrumada, pero se irá diluyendo. A muchos nos pasa.¿Y sabes qué? Que a pasar de lo que se sufre, ¡qué bueno que nos hayamos dado cuenta! Y sí tendemos a compararnos, pero nada es lo que parece y seguramente no estaríamos cómodas en esas vidas que parecen de ensueño, porque muchas no lo son. Sigue caminando y buscando lo que quieres, como ya estás preparada para recibirlo, lo encontrarás. Un abrazo.

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    1. Estoy dispersa y me siento fracasada. Eso es así. Y, la verdad, por mucho que me digan, yo sé que he fracasado. Así que toca ponerme las pilas, dejar de compararme y aceptarme tal como soy. Un pequeño desastre. Es una sensación incómoda. Habrá que hacer todo lo posible por superarla. Mil gracias por tu comentario. Un abrazo.

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