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Cosas del día de mi boda que no quiero olvidar




La mañana de mi boda me desperté temprano. Las 07:10 de la mañana y me asomé a esta ventana.



Tras una semana muy calurosa, ese sábado amanecía soleado y fresco, renovado. Me sentí disfrutando de ese momento a solas, viendo amanecer, respirando mi pueblo, saboreando el frescor de la mañana, tranquila, contenta, ilusionada, feliz, mientras veía esto



Pocas veces me he despertado con esa sensación de descanso, de paz interior y de sosiego. Ese día fue así. Dos horas después nos íbamos a desayunar y se me ocurrió hacernos esta foto en el ascensor.



Me notaba distinta. Segura de mí misma, más que nunca en mi vida. Las personas a mi alrededor me hacían ser muy feliz. A una novia se le trata no sé, como con más delicadeza, se le mira de otro modo el día de la boda. O era yo, que irradiaba alegría, y eso es contagioso. Estaba como obnubilada, en ese estado de exaltación en el que adoraba a todo el mundo a mi alrededor. ¡Cuánto me gustaría que la mayoría de mis días mi estado de ánimo fuera ese!

En mi paseo hasta la peluquería tuve que cruzar mi pueblo de arriba a abajo. Llegué a pensar que aquella mañana era un musical y que en cualquier momento todos los invitados con los que me fui cruzando empezarían a cantar y bailar según iba encontrándome con ellos (algunos estaban de paseo, otros comprando detalles de última hora, las había que iban a la peluquería...). Parecía como si ese día mi pueblo estuviese allí puesto para mí. Era tan ideal que recordándolo casi me parece ensoñación. 

Cuando volví de la peluquería mi habitación estaba en plena ebullición. Me esperaba mi hermana y Elena, mi maquilladora; su ayudante y Jorge, su marido, y fotógrafo. 
Ese día nos cambiaron la cestita de frutas por esto




Que disfruté yo, porque en esos momento mi chico ya había sido expulsado a vestirse a otro lugar. Ventajas de la novia. 



Y llegó el momento del vestido de novia




Es un momento especial el de vestirte. No me preguntéis por qué, pero lo es. Ponértelo, de verdad, para andar con él, para pasar el día con él, para vivir. Sentirlo tuyo, ahora sí, tuyo. Tu vestido y tú. 


                         





Y antes de marcharme eché un último vistazo por esa ventana del amanecer. Pensando que ese iba a ser un día único e irrepetible. Dispuesta a vivirlo con todas mis ganas. 




Dispuesta a disfrutar de todos los detalles 



De la gente que me quiere y quiero 


Dispuesta a bailar



Aunque fuera estuviera lloviendo




Porque ese día que disfruté desde su amanecer, por aquella ventana, tuvo otra ventana 



Desde la que se pudo contemplar un atardecer así de maravilloso





Nada de esto hubiese tenido sentido ninguno sin ti. 
















Cosas que no quiero olvidar

Perspectivas

El 16 de marzo me invitaron a una boda, la boda era el 11 de abril. 
El 18 de abril me invitaron a otra, para el 30 de mayo. 
En menos de un mes me invitaron a dos bodas, inminentes, una con novia embarazada  de por medio. ¡¡Jander!! son las bodas de los 40 y tantos. La  novia de abril ya ha cumplido los 43 y la de mayo está a punto de llegar a los 42. Son primeras bodas.  

En esto de las bodas hay como booms. Nunca vienen solas. Yo pensaba que a mí se me había acabado ya la temporada bodil en mi vida. Mis amigas se casaron a edades "normales" y todas seguidas, por supuesto. Entonces no nos libramos durante unos 3 años de boda cada año y algunos años hasta dos. Pero de repente...llegan las bodas de las tardías entre las que me incluyo, claro. 

Me he dado cuenta del efecto que causó a la gente mi boda cuando he sido invitada a éstas dos. En uno de los casos la pareja lleva ya mucho tiempo de convivencia, con lo que la boda no deja de ser una fiesta, una renión, una manera de celebrar que quieren seguir juntos. No implica ningún cambio en sus vidas, después de la boda su vida será la misma, exactamente igual que en los últimos años. Así fue en mi caso. Y por eso yo mi boda es que no me la tomé en serio. Quiero decir que yo cuando decidí casarme no pensé que a nadie aquello le pareciera nada extraordinario, nada guay...nada especial. Por la edad, por las circunstancias, no se. Ha sido ahora, cuando lo he visto desde fuera, cuando me he dado cuenta del efecto que una boda provoca en los demás. Es como si las personas que se casan fueran a hacer algo muy serio, que lo es (no seré yo quién frivolice con el matrimonio), no he tenido la sensación de pensar, como fue en mi propio caso, bueno, vale se casan, pues una fiesta más, porque total su vida va a ser la misma. No se. Me ha hecho ilusión, me ha parecido algo extraordinario escuchar que mis dos amigas se casan con sus chicos. 

Por desgracia mi enclaustramiento de las oposiciones me impide acudir a este tipo de eventos y me da mucha rabia, porque sobre todo en uno de los casos, el más imposible de ir, me habría encantado estar. 
Encima han sido dos bodas nada convencionales, fuera rollos innecesarios, desenfadadas, alegres, en fin, como se hacen las cosas ahora y con la experiencia que  nos dan los años y la certeza de saber exactamente qué es lo qué hacemos y por qué lo hacemos (me refiero al evento en sí, a no tomarlo más allá de un día especial y entrañable).

Echo de menos mi vida de hace un año... Preparar una Boda es prepararte para la alegría, para el buen rollo, para ser feliz. Preparar una oposición es una agonía hacia un lugar incierto que puede tornarse en infierno.