Una de nuestras actividades favoritas, del murciano y mía, es salir a tomar el aperitivo y "echar el día". La verdad es que me suele gustar estar enterada de sitios a los que ir, me da igual si son lo último en gastronomía cool o si son locales de toda la vida. Me gusta comer. Así en toda la extensión de la palabra. Hay mucho lugares a los que vamos que nos gustan mucho, pero que luego olvidamos así que, sin ningún afán de critica gastronómica, sino más bien de recopilar mis propias experiencias he decidido recopilar semanalmente nuestras andanzas comidistas de finde, ya sea en Murcia o en cualquier otro lugar.
Unas cañas frente al puerto |
La oferta gastronómica, nosotros paseamos y degustamos en la zona de la Calle Castaños, me encantó. Bares, pubs, restaurante-bar (ahora llamados gastrobar) puestos con mucho gusto, acogedores, modernos. Las terrazas con sus mesas al aire libre, tan chics, tan románticas, invitaban a sentarse o a imaginarte una velada de lo más interesante si te quedabas allí. Las calle limpia, muy cuidada por sus ciudadanos, daba gusto pasear sin encontrar contenedores rodeados de basuras, sin papeles o porquería por el suelo, sin ¡cacas de perro! Y, entre otros, por asuntos como estos, digo que una cosa es tener el buen tiempo y otra saber gestionarlo.
En Murcia, donde el sol tampoco falla, se ha producido un fenómeno inexplicable: la proliferación de carpas, ce-rra-das por los cuatro costados a la puerta de una gran cantidad de restaurantes o bares de tapeo, donde debería haber terrazas, hay carpas, en las que por supuesto SE FUMA, por lo que además de sin encanto, son una porquería. Amén de lo marrana y destartalada que, en general, está la ciudad, la provincia, la región... Así de claro y de alto lo digo.
Hecha la crítica, sigamos con Alicante. ;)
Comimos en un lugar de los de siempre, queríamos arroz. La fama del buen arroz la tienen los alicantinos y, personalmente, para mí sus arroces son excelentes. Esos arroces secos, con el grano suelto pero cargados de sabor. Exquisitos. El restaurante, en el puerto deportivo, Dársena. Elegimos el menú de 23 euros (sin IVA) que llevaba, varios entrantes a escoger uno (pedimos todos y los compartimos entre los cuatro), y tres tipos de arroz a elegir; el nuestro: el arroz con chipirones y ajetes, riquísimo. Los postres, también pedimos cada uno diferente y así probamos todos.
El restaurante, con un diseño original, simula un barco, luminoso, amplio, casi desde cualquier parte tienes vistas al mar o al puerto. La comida buena, nada fuera de lo normal, pero correctísima. Por supuesto el plato estrella es el arroz y desde luego merece la pena. Nos salió a unos 30 euros por persona pues la bebida no está incluida en el precio, en nuestro caso un vino blanco de Rueda, K-naia, recomendable 100% y varias cervezas. Tienen el detalle de poner la cubitera de pie para que no se enfríe el vino (algo que no siempre se hace y que suelo lamentar mucho pues no soporto un vino blanco caliente)
Coca alicantina, el entrante que más nos gustó |
...después |
Uno de los postres |
Las vistas desde allí arriba son espectaculares. Merece la pena la visita. Y al bajar, andando, pasamos por un barrio de casas blancas, me recordaba un poco al albaicín granadino, muy pintoresco, entre racial y bohemio.
Alicante es una de esas cuidades que a mí me suena a verano, a veraneantes, a turismo masivo, a playas abarrotadas y que cuando la conoces te sorprende. Ningún estereotipo es bueno, mucho menos cuando desconoces un lugar.
Como murciana de adopción sentí mucha envidia por la limpieza de las calles alicantinas, cosa en la que Murcia suspende estrepitosamente (no es cuestión de limpiar más, sino de manchar menos y me temo que los murcianicos tienen esa asignatura pendiente).
Me quedé con ganas de conocer más, de degustar más, de ir de compras, de pasear. Así que cualquier día me cojo el tren y me planto en Alicante, está muy cerca de Murcia.
Como murciana de adopción sentí mucha envidia por la limpieza de las calles alicantinas, cosa en la que Murcia suspende estrepitosamente (no es cuestión de limpiar más, sino de manchar menos y me temo que los murcianicos tienen esa asignatura pendiente).
Me quedé con ganas de conocer más, de degustar más, de ir de compras, de pasear. Así que cualquier día me cojo el tren y me planto en Alicante, está muy cerca de Murcia.
El bonus del día: Conduje yo hasta Alicante. No quería haber entrado en la ciudad, porque no me sentía muy segura para eso, pero cuando nos quisimos dar cuenta ya estaba en medio de la ciudad. Agradezco mucho al imbécil del coche blanco su nula paciencia y espero y confío en que le salga una almorrana tamaño bombona de butano, al menos una vez en su vida.
Hola. ya leo que disfrutaste de esta segunda visita a Alicante. ya leí que fue una jornada muy enriquecedora. Qué bien que pudisteis subir finalmente en el ascensor. Las vistas sone spectaculares. Seguimos en contacto
ResponderEliminarEn la primera también disfruté, fue en San Juan y estuve viendo una mascletá y tomando el apaeritivo y comiendo por allí, pero entre que la ciudad estaba tomada por las fiestas y era la primera vez no me dio tiempo a situarme. Las vistas desde el Castillo de Santa Bárbara preciosas. Y el paseo de bajada también recomendable.
EliminarMe gustó mucho Alicante. Me sorprendió gratamente.