Una postal de navidad

Llegó a casa despues de hacer la compra. En la panadería de abajo me compró una barra porque tengo antojo de pan. Abro el buzón. Entre una carta de mercadona y otra de asuntos de trabajo de mi chico se esconde un pequeño sobre, con mi nombre escrito a mano en una letra preciosa. Es una postal de navidad. Sé de quién es, aunque es la primera vez que veo su letra. Pienso que posiblemente es una de las caligrafías más bonitas que he visto jamás. Subo a casa, dejo el resto de las cartas en el recibidor de la entrada y me llevo la mía. Mi intención es descargar la compra, coger una pizca de pan y leer mi postal mientras degusto ese manjar. Pongo la tele. No vacío el carrito de la compra. Cojo el pan. Abro la carta, tras mirar detenidamente el remite, la dirección, el matasellos. Además de la letra, ahora se de donde es. Abro la postal, pequeñita, sencillísima y me encuentro una dedicatoria escrita a varios colores con esa caligrafia tan especial. Parece de terciopelo, casi como la voz de quien la ha escrito. Me emociona sentirla a través de esa pequeña postal navideña. Saboreo el pan, saboreo las palabras que me dedica. Gracias, digo al aire, como si ella pudiese escucharme. En la tele un matrimonio con dos hijos cuenta que están a punto de perder su casa. Uno de sus hijos de tres años tiene leucemia. Me acuerdo de esos que estas navidades comerán más de lo que sus cuerpos pueden tolerar, recibirán extraordinarios  regalos que serán incapaces de apreciar, decidirán apretar un poco más a los cuidadanos que les votaron, se reirán a carcajadas de ellos mientras tomen las uvas, sus mandibulas deben desencajarse cuando recuerdan sus propias palabras torpes en ruedas de prensa pensando en lo inútiles y lo malvados que son y en cómo hay gente que todavía se parte la cara con sus amigos por ellos. Les maldigo, les deseo que todo el mal que ellos hacen se les multiplique a ellos y a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Decido sentarme ante el ordenador a escribirles, a condenarles, a escupirles en sus caras. Me siento impotente. Me pregunto que sentirán ellos al ver a esta gente. Mientra escribo me voy cabreando más. No me salen las palabras, solo insultos inundan mi mente y mi boca. Salen a borbotones por mis dedos, pero no quiero ponerme a su nivel. Pienso en mi postal, en la bondad de algunas personas, en que hay gente que puede estar perdiéndolo todo pero sabe ser feliz. Solo eso me consuela. Que a pesar de todo, ellos, sean unos infelices y que no tengan ni idea de lo que es sentirse la persona más especial del mundo por haber recibido una postal, escrita  a mano, de una persona a la que nunca has visto, pero a la que consideras tu AMIGA. 


7 comentarios:

  1. Ten cuidado con lo que escribes, no sea que tengas que dar parte al seguro literario/bloguístico porque a tu amiga se le caigan unos lagrimotes como catedrales y estropee el teclado. Que esas cosas pasan, ya te digo yo si pasan.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, lo de que se rompa el teclado a lo mejor no.

      Eliminar
    2. Muaks.
      ¿qué mas puedo decir a parte de Gracias?

      Eliminar
    3. A estas alturas pensaba que jamás nunca nadie me iba a mandar una postal de navidad escrita a mano, y mira, la vida nunca deja de sorprenderme. Bettie es una persona que nunca deja de sorprenderme, y siempre para bien.
      Tan bonita su letra como su voz, estoy de acuerdo :*

      Eliminar
  2. Dios...las cartas...qué sensación recibirlas, da igual que sean cortas largas...siempre gusta y cada vez más porque se reciben cada vez menos. Yo procuro mandar alguna de vez en cuando ...aunque solo sea una vez al año o dos, para no olvidarme de cómo se hace. Y parece una tontería pero el tomarse el tiempo para estas cosas es una muestra de aprecio poco común hoy en día y hace que uno se sienta especial...tanto al recibir como al enviar...o así lo siento yo.

    ResponderEliminar
  3. Si es que es para comérsela. A mí se me churreteó el rimmel por toda la cara el día que recibí la mía ^^

    ResponderEliminar

Ahora me encantaría saber qué piensas tú